OMEGAVERSE

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Damián estaba envuelto en sus sábanas, llorando de manera desconsolada, sollozos y gritos desoladores se ahogaban en la almohada del chico de ojos verdes, quien mordía el cojín en búsqueda de aminorar su dolor, clavando sus dientes hasta que la fricción rompiera el tejido bajo sus colmillos.

Por cada memoria y pensamiento que tenía del alienígena, una lágrima de tristeza se derramaba de sus oscurecidos orbes. Notaba que el vacío en su estómago era más presente y palpable de lo que lo era su propia consciencia, pero se rehusaba a probar bocado alguno, el olor y el sabor le daban náuseas al instante, produciéndole el vómito en más de una ocasión en la que trató de alimentarse. Gritaba con el rostro enterrado en la acolchada tela sin palabras que exclamar, sólo suplicando por piedad a todo lo existente por detener la desgarradora tortura que conllevaba la eliminación de su mordida. De su nuca roja por los rasguños dados, se derramaban líneas de sangre hacía su espalda manchando sus ropas y mantas con un rojo carmesí oscuro, más esa irritación en su piel no se comparaba con la sensación de electricidad y calor yendo desde su corazón hasta el espacio entre su cuello y su hombro izquierdo, bajo su piel miles de volteos se dirigían a su marca de unión, eliminándola con cauterización.

La mordida con la que Jon lo marcó como suyo hace un año atrás en el cumpleaños dieciocho de Jon ardía, ardía como brasa candente al fuego, tormento físico y mental lo sometía al llanto y a la agonía. Deseaba poner un fin a todo esto. Sus manos besadas por el sol se aferraron a la cabecera de su cama, para evitar rasguñarse otra vez, había decidido que su cuerpo no necesitaba más cicatrices de las que ya tenía.

Acababan de cumplir los diecinueve cuando el dolor del primer rompimiento llegó a su vida, y quizá incluso a la vida de su amado. Se sentía un crédulo por haber imaginado, por siquiera un segundo, que el chico de acero lo amaba en verdad.

El ver llorar al chico de ascendencia árabe ya era en sí mismo un evento impactante para toda la familia Wayne, el que hubiera pasado los últimos cuatro días encerrado en su habitación, sin probar bocado alguno o sin dejarse ver fuera de esas cuatro paredes, era una señal de alarma para sus hermanos y padre.

Dick, su hermano mayor, sólo podía verle con angustia desde fuera del cuarto antes de volver al comedor, no le gustaba ver sufrir a su hermanito. Era demasiado para él. Y dentro de su cabeza sólo buscaba una solución para el daño en Dami, siempre estuvieron el uno para el otro, desde su llegada a la mansión, el moreno le ayudó cuando más lo necesitó, se sentía impudente al no poder hacer lo mismo. Para ayudarlo necesitaba de pistas más allá de los culpables y unas pocas palabras incomprensibles sobre lo que hicieron, escuchó palabras como "Viaje", "Lejos", "Jon", "Saturn", "Duele" y "Ella", ninguna de ayuda. Sin nada más que eso no llegó a mucho en los últimos días, hasta que la noche anterior, espiando al menor, destacó sobre su balbuceó la frase "Él me dejó".

Tras esa confesión, Dick (quien pasó el dato al resto) y la familia llego a la obvia conclusión de que el corazón de la bolita de odio estaba herido y no tenían la más mínima idea de cómo ayudar. Por su parte, él se sentía algo inútil como hermano, después de todo, si era capaz de salvar a una ciudad entera, ¿por qué no era capaz de ayudar a su compañero en crimen?

No es que él fuera el mejor ejemplo gráfico de lo que una relación estable era, pues la relación más duradera que tuvo fue con Kori y en ningún momento se llegó a algo más que una relación semi-seria. Sin embargo, podía describir la pena que se sentía el perder a un ser amado y no era nada que le deseara a su hermano favorito.
En momentos como ese, aceptaba, le gustaría ser de alguna otra casta, ser un alfa para proteger a su hermanito con sus feromonas territoriales de cualquier alfa imbécil que quisiera hacerle daño como podía hacer Jason. O ser omega como Selina, quien con liberar un poco de su esencia podía tranquilizarlo de un modo maternal, cual gallina con sus polluelos.

Jondami weekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora