Caos

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Como nubes negras, inundadas de lluvia, como hilos que se enredan a una velocidad tan inmensa que en un abrir y cerrar de ojos no son más que una enorme bola oscura indesatable, como si fueran millones de barrotes que componen una diminuta celda.

Oscuridad.

Me vuelvo una persona ciega, cuyos ojos funcionan a la perfección, pero su mente le imposibilita la capacidad de ver las cosas con claridad, sin siquiera tener la necesidad de buscar las palabras para convencerme, y caer en su trampa.

Me siento como el doctor Jeckyll y Mr. Hyde, cuyo bienestar juega a las escondidas y al sube y baja, en su mente, con la única maldita diferencia que la única persona a la que busco lastimar es a mí misma.

Y entonces, vos.

Detrás del caos, y por delante también, desatando pacientemente mis nudos y soplando mis nubes, mientras brillas intensamente en mi inmensa oscuridad, devolviéndome la felicidad, y con ella, las ganas de vivirla.

Haciéndome sentir completamente grata, casi tanto como para sentirme en deuda, maravillando tu amor y paciencia mientras le ruego al cielo, y a quien sea que esté por encima de el, que esto no termine nunca, y que finalice mi miedo, que de a poco se convierte en pánico, de que así sea.

Amado desatador de hilos, paraguas de mis tormentas, gracias, por existir.

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