u n o.

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—Ahora, alumnos; procedan a hacer entrega de su posesión más preciada —exigió el típico maestro obstinado que habla entre dientes en el momento menos oportuno.

No pude evitar tensar mi mano sobre aquel menudo —pero querido— paraguas. Era difícil de explicar la razón por la cual lo llevé a clase ese día. Aunque, quien me conociera, sabría que en todo momento me acompañaba.

Umbrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora