PRÓLOGO

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Lucas me dejó un mensaje con la ubicación del bar en el que se encontraban. No pude mirarlo hasta media hora después de salir del trabajo, pero el lugar seguía siendo el mismo.

El bar estaba a quince minutos andando, así que ni me molesté en buscar la parada de metro más cercana. Madrid era muy grande, pero todo estaba muy céntrico a la vez. Aún así, no era capaz de vivir en la capital. Para salir de copas y demás con los amigos, estaba genial, pero había demasiado ruido para mí.

A partir de cumplir el año y medio juntos, Lucas me insistía muchas veces en que me fuese a su piso a vivir. Así sería mucho más fácil y tardaría mucho menos en ir al trabajo; pero yo me negaba siempre. Y cuando tocaba mi turno de proponer que fuese él quien se mudase conmigo, sacaba mil y una pegas.

Era por lo que más discutíamos, lo demás estaba todo bien. Nos queríamos, teníamos muy buen sexo y a mi tía le caía genial.

Cuando llegué al bar, la entrada estaba abarrotada de gente, o fumando o esperando para que hubiese algún hueco libre. No veía a Lucas por ninguna parte, así que le mandé un mensaje para que viniese a buscarme.

-¡Amor! -exclamó, cuando pudo salir de entre un grupo que ya tenían más de cuatro cervezas encima. Se acercó a mí y me besó en los labios-. ¿Se te ha dado bien llegar?

-Sí, vine andando y siguiendo la ruta con el móvil, ha sido sencillo.

Lucas me sonrió y me guio hasta sus amigos con su mano en mi cintura. Ellos ya me conocían de sobra, aunque la cara larga que pusieron algunos, no me hizo mucha gracia. Sobre todo porque Diego, con el que mejor me llevaba, desvió la mirada en cuanto me vio.

-Cualquiera diría que no os alegráis de verme.

-No te esperábamos a ti -dijo Diego, quien recibió una mirada furtiva por parte de los demás.

-Diego... -mi novio quiso pararle, pero él se opuso.

-No tío, no puedo -Diego dio un paso adelante y pude leer en sus ojos cómo se disculpaba antes de ni siquiera pronunciar palabra-. No era a ti a quién esperábamos, Yiare. Es más, Lucas nos había dicho que rompió contigo.

En ese momento, la angustia se acopló en mi pecho y no pude reaccionar de otro modo que salir corriendo. Apartaba a la gente como podía; a algunos no les importaba, pero otros parecían asesinarme con sus miradas. Era lo que menos me importaba, solo quería salir de ese lugar y alejarme de Lucas para no volver a saber de él nunca más.

Cuando logré salir al exterior, me paré en eco e intenté respirar con normalidad, aunque sentía que el aire se atascaba en mi pecho y no podía salir ni entrar. Lucas apareció ante mis ojos antes de que me diese cuenta:

-No tengas huevos de soltar cualquier gilipollez -le escupí, a la vez que sacaba el móvil para pedir un Uber.

-¿No vas a dejar que me explique?

-¿Explicarte? ¿¡Y qué coño me vas a explicar!? ¡Vete a la mierda, Lucas! ¡No tienes ni una maldita excusa para esto! ¡Me das asco!

-Ojalá hubiese podido hacerlo de otra forma, de verdad.

-¡Pues enhorabuena, Lucas! Has cumplido la puta mentira que le contaste a tus amigos.

El Uber aparcó a un par de metros de mi posición y me dirigí a él, notando en mi nuca la maldita mirada egoísta y prepotente de mi ex.

-Lo siento -fue lo último que escuché antes de meterme en el coche.

Le di la dirección de mi piso a la conductora y esta arrancó sin mediar palabra. Saqué el móvil de la riñonera y abrí el chat con mi mejor amiga para contarle todo lo que acababa de pasar. Me costaba respirar y no dejaba de llorar, pero ella me hacía reír con sus audios en los que maldecía una y otra vez la existencia de Lucas.

-Quedan quince minutos hasta que lleguemos -me sobresalté al escuchar la voz de la conductora, quien me observaba por el pequeño espejo-. Me está doliendo verte tan mal, puedes desahogarte si quieres.

-No... -me recoloqué incómoda en el asiento-. No hace falta.

-Como quieras -se encogió de hombros-. No sería la primera vez.

Le miré algo extrañada. Había cogido muchos Uber a lo largo de los últimos dos años, pero era la primera vez que uno de ellos me ofrecía su hombro; también era verdad que, nunca había montado en uno con el corazón roto.

-Acabo de romper con mi novio -solté en un suspiro, cuando ya estaba más calmada-. Aunque en realidad él, para sus amigos, ya lo había hecho. Y ellos esperaban a otra chica, así que supongo que también me ha puesto los cuernos...

-¡Caray! -se sorprendió ella, aún sin apartar la vista de la carretera-. En mi top cinco de rupturas que he escuchado aquí dentro, sin duda esta se lleva el primer puesto.

-¿Acaso te encargas de recoger a parejas rotas?

-Empiezo a cuestionarme lo mismo.

Quise hacer un intento por reírme, pero no dio resultado. Me acomodé en el asiento y el resto del trayecto transcurrió en silencio; a excepción de la música que sonaba en la radio y los leves tarareos de la conductora.

Una vez que llegamos a mi calle y estacionó delante de mi piso, pasé la tarjeta por el lector y salí del coche.

-No suelo ir en silencio cuando recojo a alguien -me dijo cuando ya había cerrado la puerta con la ventanilla abierta-. Me gusta hacer los viajes amenos, pero creo que lo último que querías, era que alguien te molestase.

-Oh -me agaché para poder observarla-. Te lo agradezco, aunque no me hubiese molestado.

-Ya... Tal vez te lo podría haber preguntado -ladeó la cabeza y solté una leve risa-. ¿Suena grosero si pregunto tu nombre?

-¿Por qué iba a serlo?

-Tal vez no lo veas necesario... En fin, nunca coincido con un cliente dos veces -se encogió de hombros y se colocó mejor en el asiento para volver a la carretera-. Yo me llamo Macarena.

-Es una pena que no se pueda elegir conductor -chasqué la lengua y sonreí-. Yo me llamo Yiare. Gracias por haberme traído, Macarena.

-Ni las des, Yiare. Así es mi trabajo.

Volvimos a sonreírnos y después me quedé observando el coche hasta que lo perdí de vista cuando dobló la esquina.

Esa misma noche, sin esperar a que Lucas apareciese, mi tía vino a ayudarme para recoger mis cosas y volver con ella. No me hizo ninguna pregunta, tampoco era necesario. Era evidente lo que pasaba.

-¿Tienes todo? -me preguntó, cuando me ayudó a cerrar la segunda maleta.

Asentí, se acercó para darme un beso en la frente y nos marchamos.

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Ya tenía muchas ganas de comenzar con este libro.

¡Espero que le deis mucho amor y apoyo!

Yiare y Macarena van a dar mucho que hablar...

Número 9Donde viven las historias. Descúbrelo ahora