023: Final

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La cara de Lars Oppenheim era la viva imagen de la cólera. No había pasado un segundo cuando agarró a Richard del cuello de la camisa y lo estrelló contra la pared. Kruspe tenía los ojos bien abiertos, buscaba a Astrid con la mirada. Ella le sonreía desde el rincón del salón, divertida por tremendo espectáculo.

Lars pegó un puñetazo en la mejilla derecha de Richard.

— ¡¿Qué está pasando aquí?! — gritó Agna Oppenheim, dejando caer los bolsos llenos de víveres.

Cuando Richard ofreció resistencia, se convenció de que Lars quería matarlo. Pegó un fuerte golpe en la mandíbula de su oponente, haciéndole caer de espaldas.

— ¡Suficiente! — la señora Agna se interpuso entre ambos.

Llegó el momento en que Lars se calmó un poco, su respiración comenzaba a regresar a la normalidad y los nudillos de la mano derecha comenzaron a dolerle, al igual que un lado de la cara. Entonces, dirigiéndole una iracunda mirada al que era su amigo, dijo:

— Yo lo encontré sobre Astrid, quería violarla.

Estas palabras hicieron que la mujer mirara incrédula a Richard. Éste no se atrevió a mirarle, tenía la cabeza baja.

— No. No fue así — replicó.

— Te vi sobre mi hermana, ella gritó que la dejaras. Maldito hijo de puta, te mataré — advirtió el joven.

— Astrid, ¿qué pasó..? — la madre de la modelo se dejó caer sobre el sofá, a su lado reposaban los retos del marco; una foto de su hija arrugada, vidrios, madera hecha añicos.

Sólo entonces la rubia se acercó. Ahora el movimiento de sus caderas no le resultó sensual a Richard, sino que le causó náuseas.

— Él dice la verdad, Lars — recalcó —. Pero a que fue graciosísimo ver como lo golpeabas.

— ¿Qué mierda dices, maldita imbécil? — ahora su hermano estaba sorprendido.

— Cómo oíste — ella ni siquiera miró a su madre —. Se negó a tener sexo, así que le di unos cuantos golpes con el marco, quiso quitármelo, luego llegaste tú y creí que sería divertido que lo golpearas. No es gran cosa.

El silenció reinó durante un instante hasta que Astrid comenzó a carcajearse.

— A mí nadie me dice que no, Richard. ¿Entendiste? Ahora lárgate, ya terminaste por aburrirme. Y, por cierto, quitaré los cargos a Katya.


— Cuando te di a entender que no te le acercaras a mi hermana fue porque ella destruye todo lo que toca, no porque quisiese evitar que la lastimaras — admitió Lars, con una bolsa de hielo contra la mandíbula —. Aunque jamás creí que llegaría a tanto... Sabía que era manipuladora, narcisista y odiosa, pero no a este punto. Nunca te la presenté en el colegio porque ella estaba en un internado para señoritas, de ahí  fue que regresó siendo lo que es ahora.

— Elizabeth me dijo que era mala y no le creí en un principio — Richard también sostenía una bolsa fría sobre la parte izquierda de su rostro —. Hoy tu hermana fue al hospital, no sé qué fue lo que le dijo a Lizzie, pero las encontré peleándose. Astrid estaba en el suelo.

— ¿Elizabeth es tu novia?

— Lo era.

— Dime desde cuándo conoces a mi hermana — dijo Lars.

Richard apretó los labios, rememorando la desenfrenada noche en el palacete al lado del Sena, cuando la escuchó hablar por primera vez, el tiempo compartido en los jardines, el número falso que le dio, la voz de Lizzie, su encuentro con ella en el supermercado, los besos que se dieron en el Tiergarten.

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