Silencio Arrebatador

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Una ciudad a las cinco de la mañana es un lugar mágico.

Las calles solitarias, las luces anaranjadas y la oscuridad emergente de los callejones. La suave brisa que sopla y barre las escasas hojas del parque dejado atrás.

Pero no es sólo eso.

Es la sensación de sentirse dueño de las calles, no hay nadie a tu alrededor y puedes sentir por un efímero momento que eres el único ser que pulula vagamente bajo las escasas farolas titilantes. Te ves capaz de bailar al son del viento, casi de despegar los pies del suelo y ser parte de él. Pero es algo que va más allá porque la auténtica magia reside en la ciudad en sí, en su esencia.

Las calles hablan, sólo para quienes quieran pararse a escuchar.

Cuentan historias, miles de relatos que cobran significado. De su propia vida, de su gente, de los problemas que encierra la sociedad... Las hay fascinantes, en medio del silencio que reina a esas horas se pueden oír con claridad los gritos desesperados de quienes piden ayuda en silencio, de quienes aman como si no hubiera un mañana, de quienes conspiran y de quienes quieren hacer del mundo un lugar mejor.

Pero mis favoritas siempre fueron las mundanales, las cotidianas, las que están delante de nuestras narices y siempre queremos evitar apartando la vista. De las que queremos hacer oídos sordos y ahorrarnos ese sufrimiento ajeno.

Todo conforma una maraña de emociones indescifrable, de sentimientos enfrentados y encontrados, de verdades y mentiras y de una única realidad tras todo ello. Puedes verlas en las pocas luces que alumbran las ventanas de algún edificio remoto, y las mejores luces son las que salen de algún recóndito lugar de la periferia.

¿Por qué? Porque son las más puras, las más reales y las más humanas.

Puedes vagar bajo la luna en soledad, disfrutando de la paz que te acompaña escuchando los problemas existentes lejos de la plastificación del centro urbano. Y algo en todo ese murmullo que habla la ciudad te impulsa a dejarte llevar por tus pies sin un rumbo fijo, imaginando que no hay más mundo a tu alrededor.

Porque te sientes arropado.

No necesitas palabras porque sólo quieres prestarle atención a las historias fascinantes que no forman parte de tu vida, pero, aun así, con las que puedes empatizar.

Repites esa acción cada noche porque es lo que te mantiene vivo, porque así puedes olvidarte durante unas horas de tu vida y ponerte a escuchar otras voces arrastradas por el viento que consiguen llenar algo dentro de ti, aunque no sepas muy bien el qué.

Ni siquiera te paras en ningún lugar a escuchar porque prefieres darle cabida a todas las historias entremezcladas; pero te sientes sereno, en calma contigo mismo y, al fin, consigues dibujar una suave sonrisa.

Porque las calles hablan...

Gritan...

Sólo para quien sepa escuchar.

Sólo para quien sepa escuchar

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Silencio ArrebatadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora