Capítulo 1.

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A veces le sorprendía que, a pesar de que la sociedad hubiese avanzado tanto, se quedase estancada en ese momento, volviendo a la condicionada mentalidad que les impedía ver más allá de una casta. Ya no estaban en el régimen de sangre, y aún había personas que trataban a otros como menores. Si ya de por sí la sociedad era discriminatoria con las razas que cubría la sociedad de almas, no se imaginaba lo que sufría un omega de alguna raza no pura (dígase de cazadores o soñadores).

"Dipper" Levantó su mirada de aquella página de periódico, descansándola en su tío, quien le sonreía, haciendo que en su serio rostro se formaran unas arrugas por la edad. Era un hombre agradable, su ejemplo a seguir, si es honesto; pero odiaba en lo conformista que se había vuelto después de ser elegido como decano de la escuela de la Academia. "Llegó tu hora" Se levantó de aquella fría silla de metal, porque la Academia no invertía en infraestructura, y cerró la página del periódico en su tableta, metiéndola en su maleta. "Te ves tan maduro, Dipper"

"Supongo que las consecuencias de crecer" Le correspondió la sonrisa.

"Quién diría que ese asustadizo niño se volvería en un abogado famoso" Dipper quería decir que aquella fama no la ganó de gratis, y prefería mil veces dar aquellos logros, a tener que cargar con aquel peso en sus hombros. Aun así, se limitó a asentir, porque a veces el desconocimiento era mejor que la realidad. "Bueno, entremos. Te esperan"

Ambos se dirigieron al salón de clase, un pequeño auditorio en forma de media luna, con los alumnos en las primeras filas. Iban anotando todo en sus agendas, como buenos estudiantes. Los estudiantes de la Academia se diferenciaban por ser tan centrados en sus estudios. Aun así, cuando su mirada los recorrió a todos, se dio cuenta de cómo algunos molestaban a otros. "El bullying nunca falta" se dijo a sí mismo, recordando sus días en la Academia con dolor.

Al llegar a la tarima, todos guardaron silencio, observando con asombro a la figura frente a ellos. Su tío le había dicho que sus estudiantes no creían que él fuese pariente del famoso abogado, pero al parecer, a más de uno les cerró la boca con aquella presentación.

La cuestión era simple: Dar una charla sobre los acuerdos de la Academia, después de todo, algunos no pasaban la edad necesaria para ir al siguiente curso, la cual era quince. Excepto uno, que supuso tendría más de diecisiete, pero que, por su comportamiento hacia un estudiante de llamativos ojos, le hacía creer que no logró seguir en el curso.

Más de una vez durante su presentación, su tío, quien se sentó a un lado de la tarima, regañaba al rubio. Dash, había dicho. Jocoso, fastidioso y un completo bruto, a su parecer. Pero prefirió no opinar, porque no era su deber, y porque tampoco prestaba atención a muchachos de secundaria. Le resultaban pedantes.

Aun así, sus ojos no dejaban de seguir la figura del muchacho de ojos azules al que el tal Dash molestaba con persistencia. Y era extraño, pero sentía algo fuera de lo normal en aquella relación. Tal vez era su imaginación, pero estaba seguro de que no era así. Él tenía perspicacia, y era capaz de reconocer ese tipo de actitudes.

"Dash" Habló, por primera vez, a uno de los estudiantes. El muchacho en cuestión se quedó pálido. Dipper tenía una mirada profunda, quisquillosa y demandante, para ser un omega. Era algo que adquirió. Sus ojos eran aquella arma que siempre lograba doblegar en juicios. "Ven" Y su voz, aunque suave y tierna, dura como un puñal.

El rubio, confundido, se levantó. No entendía cómo, pero un omega lo había hecho sentir más terror que cualquier maestro alfa. El rubio se acercó a Dipper, y el castaño lo recorrió con su olfato con disimulo, dando un tonto ejemplo que hacía reír al público, incluyendo al chico de ojos azules.

Juicios mortales. |BillDip|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora