Es difícil empezar a escribir una carta, más si es de esta clase, es doloroso, pero increíblemente aliviador, ya lo entenderán, es que, no sabes lo dulce y satisfactorio que parece en este momento por fin tener el valor de escribir esta carta, es porque tantas veces he querido que llegue el momento que se a vecina en cada segundo y en cada palabra que me acerca al final de esta carta que, no puedo evitar sentir un alivio temprano y unas ancías increíbles de poner punto final a la carta.
Es probable que nadie lea esta carta, sé que hace mucho nadie sabe de mi, probablemente nadie se lo pregunta tampoco, desde que pase de ser el niño de bien, con una prometedora carrera de negocios en la prestigiosa empresa familiar, a un vago, medio punk, medio rock star que se dedica a buscarle una razón a su vida desde la muerte cruel de la mujer que amaba ¿patético? si lo sé mucha gente me lo a dicho, pero tal vez ese suceso solo gatillo lo que yo ya sabía, no era feliz, si papá y mamá, la vida que tan arduamente habían construido para mi simplemente no me paresia la más apropiada para mi, en algún momento de mi vida lo pensé, eso de que se puede planear todo en la vida y que siempre son las mejores decisiones pero, cuando ella, mi amada Elisa murió lo supe, supe que la vida estaba llena de imprevistos de momentos que no podemos controlar de cosas que no podemos ver, esa mano invisible que lo puede todo y que todo lo cambia.
Busque respuestas pero nunca encontré más que lo que ya sabía, el único destino es la muerte, en el mundo no hay nada más que puedan darnos que el agonizante ultimo segundo de nuestras respiraciones.
Ahora, que todos me han dado la espalda y que solo me queda esta gastada fotografía de la mujer que abrió mis ojos a esta triste realidad, me doy cuenta de que tengo el valor para decidir esta ves por mi y que nadie más lo haga.
Tengo la soga justo aquí en mi mano, creo que es momento de usarla.