Texto 1: Adiós.

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Desde que el momento en que te vi mis ojos brillaron, como hace mucho tiempo no lo hacían. Para mí tu belleza fue inigualable.

Aún recuerdo la primera vez que charlamos, mis manos temblaban, mis hormonas se alborotaban, mi corazón palpitaba. Sentí un gran nerviosismo, casi ni respiraba. ¡No me lo podía creer! Estaba hablando con el chico que había admirado de lejos durante tanto tiempo.

Empezamos a conocernos, y cada vez me parecías más precioso. Y es que mírate, ¿quién en su sano juicio no podría encantarse con tu interior? Eras divertido, atento, cariñoso, amable, apasionado con los temas de tu interés, inteligente... Mi tipo.

El hombre perfecto para mí.

Me encantaba cada momento contigo o sobre ti. Adoré cada llamada, cada mensaje, cada momento, la única fiesta en la que estuvimos juntos, escucharte hablar sobre las cosas que te encantaban, tus anhelos, tus metas, sobre las personas que querías, tus miedos, tus inseguridades. Te adoré. 

Y no fue una adoración como persona a cosa divina. Fue un sentimiento puro, como el que sientes al estar debajo de la lluvia, oír las olas del mar o al escuchar tu canción favorita. No te necesitaba para vivir, pero me encantaba tenerte a mi lado.

Hasta que un día sin pronostico alguno, decidiste irte. No voy a mentirte, mi estabilidad se derrumbo. Me encontré nuevamente frente al abismo del que me libré por años, la gran tristeza del corazón roto.

Cada momento traté de sacarte de mis pensamientos. Pero como dicen, no puedes librarte tan fácil de algo que tienes tatuado en el corazón.

Me doliste tanto tiempo, te lloré tanto, te pensé tanto. 

Pero ahora, después de todo ese pesar y todo estos meses de agonía; puedo decir finalmente detrás de ti, adiós. 



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