Capitulo I

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Junio de 1937

El fuerte viento arreciaba sobre la vieja casa, haciendo estremecer la envejecida madera que conformaban las paredes, de manera brusca, el techo, conformado por unas pocas hojas de zinc, era traspasando por la lluvia torrencial, haciendo un sonido parecido a un quejido de dolor.

El estremecimiento que recibía la vieja choza, no era más fuerte que el que sentía Patricia, habitante de esa modesta vivienda.

Se había casado con todas las esperanza de hacer una nueva vida. había conocido el amor con Nicolás, aquel hombre que a pesar de su nacionalidad y color de piel, la amaba por lo que ella tenía en su corazón y no por su apariencia.

Patricia, sin apellido alguno, se miraba en el espejo de la pequeña sala, la cuál también hacía el papel de dormitorio, miraba su rostro, odiando el reflejo que este le regresaba. Ella no era del todo fea, era mujer menuda, de pronunciados labios, capaz de enamorar a cualquiera cuando estos se curvaban en una sonrisa, cabellos crespos, heredados de sus padres desconocidos, sus ojos eran negros y profundos, de los cuales manaban grandes lágrimas, producto de la congoja y miedo que sentía en ese momento, pero al mirarse no encontraba una razón por la que Nicolás la amaba.

Lo que menos le agradaba de la imagen que veía en el espejo, era el color tan oscuro de su piel, una maldición, cómo ella la llamaba. Ese color que la separaba de los demás habitantes de la pequeña aldea dónde vivía, ya que debido a esto, todos la miraban con desprecio, cómo si fuera menos humana por el hecho de ser "negra".
Su corazón tenía un revuelo de dolor y desesperación, su marido, Nicolás Taveras, no había llegado aún, se había tardado más de lo normal, pero esa no era su principal preocupación, ese era el menor de sus problemas.

Repentinamente escuchó un llanto profundo, proveniente de la evidencia de su amor con Nicolás, lo había llamado Miguel, su hijo, fruto de su vientre y que amaba tanto, que daría su vida y la mitad de la eternidad por él. El único defecto era que había heredado su maldición, aquel color que lo marcaría por el resto de su vida y que lo haría menos a sus semejantes.

Recogió al niño de la pequeña litera, dónde lo tenía acostado, intentando calmarlo, pero no lograba su cometido, parece que su retoño presentía lo que estaba a punto de suceder.

El Color Del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora