Abrí mis ojos con cuidado para que la luz no me afectara, lo primero que observé fue sus ojos totalmente cerrados y con ganas de no ser abiertos nunca. El olor que emanaba su polera de dormir me hacía sentir tranquila, pero a la vez culpable. Lo quería tanto, pero para mi era incorrecto sentir tanta culpa sólo con estar a su lado.
Me levante silenciosamente, dormir en un sofá no era lo mejor y tenía que irme rápido ya que por mi cuerpo subía un intenso dolor de no saber en qué terminaría esto.
Tome mi ruta típica, al lugar que fuera hacía siempre lo mismo, buscaba el metro más cercano, porque si caminaba lo más posible mi mente se encargaría de hacerme pensar cosas que solamente yo quería evitar.
Hacía un poco de frío pero caían rayos de sol lo que hacía agradable el día y me producía ganas de disfrutarlo, sin embargo mi miedo de pensar demasiado, siempre iba a ser más grande.
El metro estaba lleno, personas comunes con sus propios problemas. Me hacía sentir egoísta complicarme por las cosas por las que me complicaba, sentía que en el mundo habían problemas peores y yo en un drama entre mi corazón y mis malas decisiones.
Luego de bajarme, tuve que obligadamente caminar unas cuadras para llegar al departamento, en cuanto llegue arregle mis cosas para ir al terminal de Buses y volver a ver a mis papás. Mariana, mi hermana que estaba embarazada, me dijo que no podría viajar, estaba en su primer trimestre y no quería tener complicaciones en el Bus. Ya me había acostumbrado a viajar sola, desde que Diego y yo nos distanciamos.
Cuanto llegue a mi hogar mis padres me recibieron muy felices como siempre, fui a dejar mi bolso a mi habitación y lo primero que pude mirar fue la foto con Diego que estaba en mi mesa. Creo que El fue una de las cosas que me hacía sentir tanta felicidad, con solo su presencia tenía todo, aunque cuando somos adolescentes que buscan su camino, ni la felicidad nos parece suficiente.
