Los colores de la vida

Introducción

                          |•|•|•|♥|•|•|•|                                       Realmente la variedad de emociones que conocemos en la etapa adolescente es muy amplia, pero, no siempre son oscuras y deprimentes.
En mi caso considero que todas nos dejan algo qué aprender como por ejemplo, el enojo, una emoción arrasadora, difícil de manejar y contener; la felicidad, quien nos enseña claramente cuanto valen los momentos en que somos felices y que también nos enseña que los momentos difíciles son importantes para ser felíz.
        En mi corta vida he aprendido y des aprendido una cantidad inexplicable de cosas. Pero lo que me llevó a ésto fue aprender a gestionar las emociones, a expresar mis sentimientos.
        Para comenzar a relatarles sobre esta bella historia debo volver tiempo atrás, a mi yo de trece años, quien estaba a punto de ingresar al secundario, un mundo nuevo y desconocido.
*Fines de febrero del 2018*                            Mi mamá se encontraba justo a mi lado, ambas estábamos en la espera de una cierta charla de introducción al año lectivo. Permanecía nerviosa y ansiosa al ver la cantidad de alumnos que ingresaban a la institución, en mayoría habían grupos que al parecer ya se conocían de la primaria y habían pasado juntos al mismo colegio.
       El lugar no era muy antiguo pero sí, tenía sus años, contando con dos pisos y la planta baja, era muy amplio. Sentía que quizás ese sería mi lugar durante todo ese período, y al mismo tiempo sentía que no encajaría ya que no conocía a nadie allí. Realmente pensaba entrar en el mismo colegio en que entró mi mejor amiga de toda la vida, con quién compartí jardín y la primaria. Pero, esa institución era realmente muy solicitada por la mayoría de los alumnos que ingresaban al secundario, debido a su alto nivel académico. Eso no quita que donde había entrado también era por lo que decían, buena dentro de todo.
             Luego de un rato, anuncian que podemos ingresar al salón de actos, donde nos esperaban hileras de sillas frente a un mini escenario, donde minutos más tarde, se ubicaría el director junto con los demás directivos. Seguidamente nos informan sobre los horarios y de nuestro uniforme. Apenas termina la charla , mi madre se despide y se marcha a acompañar a mi hermanito; sí, tengo un hermano que en ese momento tenía nueve años cumplidos hacía un mes.
      Todo parecía nuevo para mí, todavía no tenía amigos ni gente que conociera alrededor. Noto que una chica, que al parecer tenía la misma edad que yo, estaba sentada al lado mío, por alguna razón no había dado con su presencia anteriormente. Tenía el cabello negro azabache, atado en una cola de caballo no muy alta, profundos ojos marrones y una mochila llena de pines de, su banda favorita supongo, dibujos animados y un gran etcétera. Nuestras miradas chocan y sonreímos al unísono.

-¡Que nervios! ¿Verdad?. ¿Conoces a alguien aquí?- le comento con la intención de entablar una conversación.
                                                                   -Siendo sincera no conozco a nadie. ¿Cómo te llamas?- pregunta amablemente la chica de ojos pardos.
                                                                      -Alba, ¿y tú?-
                                                                    -Celeste, pero puedes llamarme Cele- al contestarme sonríe ampliamente y percibo que se le forman unos notables y adorables hoyuelos.
                                              
-¡Que lindo nombre!-

-¿De verdad? ¡Gracias!. El tuyo es muy peculiar y singular, el escucharlo provoca que venga a mi mente la imagen del sol apareciendo entre las montañas.-habla entusiasmada y alegre.
      Charlamos un ratito, en el cual comentamos sobre nuestras vidas. Seguidamente, uno de los directivos nos anuncia que debemos asistir hacia un salón llamado zoom, donde nos explicarían el orden de los alumnos y los cursos.

Junto a mi nueva amiga, subimos las cansadoras y largas escaleras.

-Espero que seamos buenas amigas o al menos que nos toque en el mismo curso- comenta Cele, animadamente.

-Yo también espero que estemos juntas- sonrío ampliamente.
Por lo menos ya tenía una amiga, y parecía que nos llevaríamos muy bien a lo largo de los años que pasaría estudiando en este edificio.

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