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RUUD

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RUUD

No tengo ni la menor idea de qué hora es, pero no me puedo dormir de nuevo; alguien está tocando la puerta de mi habitación.

—El que este tocando la maldita puerta, que pare. Quiero descansar un par de horas más, ¿es tan difícil de entender?

—Ruud —murmura la voz de mi hermano. ¿Qué hace desierto a estas horas? —. Ruud —vuelve a insistir.

Que insistente está hoy, joder. ¿No se puede callar?

—Dime Mannes —voz no era la más espabilada del mundo, aún estaba medio dormido —, ya estoy despierto, ¿necesitas algo?

Por varios minutos no se escucha nada y llego a pensar que no hay nadie tras la puerta y que se ha ido al salón, pero estaba equivocado.

—Me hurgue hablar contigo —en la voz se le nota algo desesperado.

—¿Debe ser ahora? —quiero que me dé una respuesta negativa, aunque por lo que intuyo no va a ser así.

—Sí —se queda en silencio, para volver hablar enseguida —. Has dormido demasiado Ruud. Así que no digas que necesitas horas de sueño cuando has dormido por casi dos días.

¿Dos días? Parece ser que mi cuerpo requería un poco más de descanso.

—Ahora salgo —quito las sabanas de encima de mi cuerpo echándolas hacia los pies de la cama. Me bajo de ella y voy en busca de un pantalón decente para ponerme y una camiseta, que si salgo sin ella mi hermano me dirá que hago con tan poca ropa y que es invierno, parece ser que a veces se olvida de que pasta estoy hecho —. A propósito Mannes, ¿qué hora es?

—La hora de comer.

¿Tan tarde es?

—Mueve el culo y ven para aquí, vamos a comer y mientras hablaremos — ¿por qué se empecina tanto en hablar conmigo? ¿Qué me tiene que decir?

—Voy —ya estoy listo para salir de la habitación, pero me tardo otros tres minutos más antes de ir a la cocina. Escucho sus pasos alejarse y es ahí cuando abro la puerta.

En mis pies no llevo mis zapatillas de estar por casa, ya que se me han olvidado ponérmelas al vestirme tan rápido.

Veo a mi hermano de espaldas sin inmutarse de que yo estoy ahí, y decido darle un susto. Me acerco sigilosamente, me coloco justo detrás de él. Espero que no se esté haciendo el bobo y sepa que me encuentro aquí.

Mientras que mis dos manos tocan sus hombros yo digo un bu. La reacción de mi hermano es muy graciosa. Se echa para atrás de un susto mientras que a mí me obliga a retroceder haciéndome caer al suelo, él mira por encima de su hombro hacía mi posición y se descojona de la risa.

—Te lo tienes bien merecido estar ahí en el suelo —yo simplemente hago una mueca. Mi espalda ha crujido cuando me he caído de espaldas.

—Ha sido una simple broma, hermanito —me excuso —. Aunque el que se ha llevado la peor parte soy yo, no te quejes tanto.

Dos pieles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora