No volví a escribir, no por que no lo deseara. Al contrario, desearía poder haber escrito cada maldita palabra de todo este tiempo. Pero el tiempo es poco, las palabras cortas y los eventos muchos para ser tan nombrados.
Lo interesante de la vida es que le pones el interés que se te venga en gana, y el interés que crear que deba tener. Cada quien se enfoca en lo que quiere y desecha lo que considere que le estorba, así en el trabajo, con las relaciones, con la vida en general. Nos enseñan a ser nada más y nada menos que la persona que descarta por conveniencia a corto plazo y por que si.
Quiza todo esta mal y el volver desechable algo o alguien lo creo una persona egoísta, frustrada, aburrida, encerrada, llevada del vicio de la amargura por no conseguir la paz que su "plato desechable" si así podríamos llamar lo que tira a la basura, posee más felicidad que el en ciertos aspectos. La pasajera alegría de la soledad es tan momentánea, que para cuando uno abre los ojos está tan perdido que el fondo da más miedo y arrepentimiento que la alegría frívola que se sintió en un principio.
Pero hay casos de casos, personas de personas por así decirlo, y no es una mentira más que lo que es obvio a los ojos. Pero el ser humano es tonto, arrogante e hipócrita con sus sentimientos y lo que puedan sentir otros. Hace unos días pensé y escribí, los ojos son las puertas al alma, pero he confundido el cielo con el infierno en su mirada y me he ahogado en pena. Y de eso no hay mas certeza que la que siento cuando vuelvo a pensar en eso, sino pena, de esa que embriaga cuando lo roto esta roto por que lo tiras como si la culpa fuera de la porcelana o los platos en la mesita.
Solo hay dos cosas que hacer con esa cerámica. Botarla, como es la costumbre y dejarla al olvido más que para ser nombrada ocasionalmente y por accidente en las reuniones. O por el contrario, pegarla y recubrir sus grietas en oro, una rara y bella forma de ver las cosas, y ser el centro de atención de la envidia y del olvido.
Pero es estúpido pensar en eso. La gente hoy no tiene oro, ni pegamento en las manos, en la boca y en el alma, me han roto en lo más profundo y me han botado al desecho olvido como si fuera una servilleta.
Es la quinta parte de diez Malditas Partes, ojalá las próximas cinco que faltan sean más placenteras. Por que quizá si me considere una servilleta, pero una muy elegante de fino bordado y que varios comensales quisieran servicio de ella.