mul

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mul.

Dejé que mis uñas arañaran sus brazos,

que la sangre, mezclada con su sudor, corriera por mi piel.

Se mezclaba con mi esencia.

Sabía salado.

El agua limpió la piel, liberandola de la culpa.

»liberando al cuerpo,

que roto se consumía.

 

Pero quedó el alma,

marcada, sucia, llena de heridas.

 

»Quedó el alma para cumplir la

penitencia.

Las heridas continuaban frescas.

YakamozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora