Después de que toda la verdad saliera a la luz y perdieran el partido contra los Escorpiones, Lorenzo no era el mismo.
El goleador tomaba anti-depresivos y pastillas para dormir, pero lo que más consumía eran los anti-depresivos.
Absolutamente nadie notó aquéllo, lo que por un lado alivió a Lorenzo, pero por otro lado le disgustó. Sentía que no era querido.
Gabo no le hablaba, ni siquiera le miraba y su padre estaba más que enojado con el por lo que había hecho.
Eran alrededor de las tres de la mañana y el mayor de los Guevara aún estaba despierto, últimamente le costaba mucho conciliar el sueño y digamos que las pastillas no surtian efecto en el.
Soltando un suspiro frustrado, el nueve tomo el frasco de anti-depresivos que escondía en su mesita de noche y tomó dos pastillas, luego de tragarlas volvió a tomar una pastilla para dormir y por suerte esa vez si fueron efectivas.
Lorenzo por fin después de horas despierto, sentía su cuerpo más relajado.
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Eran casi las siete y cuarto y Lorenzo aún no bajaba a desayunar, lo que se les hizo extraño a Diego y Gabo.
- Gabo ve a levantar a Lorenzo - le ordenó Diego a su hijo menor.
El diez simplemente asintió y fue al cuarto de su hermano.
Pero jamás esperó encontrarse con la imagen que le daba el nueve.
Lorenzo parecía dormido, pero lo más llamo su atención fue el frasco de anti-depresivos aún lado de la lámpara, colocada en la mesita de noche.
- Lorenzo - le llamó Gabo al susodicho - Lorenzo - lo movió, pero el jamás respondió, por lo que temió lo peor - ¡¡Papá!! - el gritó de Gabo resono por toda la casa.
Diego asustado por el gritó de su hijo inmediatamente va a su auxilio y lo encuentra tratando de despertar a Lorenzo.
- ¿Qué sucede? - pregunto preocupado el padre de los chicos.
- Lorenzo no despierta - exclamó preocupado el diez.
Diego por supuesto que se preocupó y también trato de despertarlo, pero los resultados fueron nulos.
Cuando el mayor nota el frasco de pastillas, se preocupa aún más.
Diego le tiende el frasco a Gabo y toma a su hijo mayor en brazos, los tres parten hacia el hospital más cercano. Con la esperanza de que Lorenzo esté bien.
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Lorenzo abrió los ojos de manera lenta y al no saber donde se encontraba se asustó.
- ¿Papá? - su voz había salido áspera y seca.
- Hijo - exclamó aliviado el director deportivo de las Águilas.
- ¿Dónde estoy? - preguntó confundido el nueve.
- En el hospital - le contestó a su hijo.
- ¿Qué?
- ¿Porqué nunca nos dijiste? - le pregunto abatido Diego.
- ¿Decirles que? - pregunto enarcando una ceja Lorenzo.
- Que tomabas anti-depresivos - exclamó el mayor serío, soltando después un suspiró.
- ¿Tu como...? - el nueve tosio interrumpiendo su propio habla.