Capitulo 1: El nuevo miembro

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-Maldición que hace calor aquí, no me siento muy bien. -dijo la chica casi gritando para que su voz pueda hacerse oír por encima de la música de la discoteca, dirigiéndose a su amiga Solange, que estaba sentada en frente suyo. -Creo que saldré un momento.
-¿Fuera? ¿quieres que te acompañe? -Le preguntó algo preocupada, pues Siara había bebido bastante, y no estaba en plenas condiciones como para siquiera caminar.
-serán cinco minutos. -dijo la chica bufando agobiada y despreocupada, el aire pesado que se mezclaba con el aroma a alcohol y sudor del lugar le empezaba a desagradar, provocándole dolor de cabeza. La ebriedad se hacía notar en sus pasos tambaleantes y la visión borrosa, pero esto no le evito llegar a la puerta de salida y pasar por esta sin ningún tipo de problema, puesto que no había nadie vigilando, ni un solo guardia de seguridad.


Una vez en la vereda pudo observar lo absolutamente desértica que se encontraba la zona, pues alrededor del establecimiento solo había casas, una tienda 24hs y un puesto de comida rápida a una cuadra, las calles solo estaban iluminadas por luces tenues sin abarcar las esquinas, las cuales se encontraban totalmente a oscuras debido al cielo nublado.
Se quedó un rato apoyada en la pared jugando con su rubio cabello con la mente en blanco y la vista fija en el suelo, pero poco a poco las canciones se empezaron a sentir como solo ruido a sus oídos generándole una mueca de fastidio, esto, sumado a tener las piernas adoloridas de haber estado bailando gran parte de la noche, la llevo a pensar que podría salir a caminar dando la vuelta a la manzana y regresar, para estirar un poco las piernas y aprovechar el fresco y suave viento del inicio de otoño.
Creyó una notable ventaja el hecho de que las calles estuvieran totalmente solas, y como las cuadras eran considerablemente más largas allí sonrió relajada por lo que sería un lindo paseo antes de volver.
Caminar en silencio y con la suave brisa golpeando su cara y pelo era de los sentimientos más relajantes que ella había tenido, haciendo memoria nunca había podido pasear sola y absorta de ruidos durante la noche, por obvias razones. Había doblado la segunda esquina, por lo que se encontraba en la parte de atrás del boliche, la música sonaba distante y se combinaba con el sonido de sus propios pasos creando un ambiente de tranquilidad absoluta, sin embargo, su paz se vio interrumpida ante voces masculinas provenientes de la cuadra de en frente, la cual una de ellas le parecía infinitamente familiar pero decidió ignorarlos por completo para seguir su camino, fue en aquel momento en que se percató que estos chicos iban hacia ella.
El chico que le resultaba conocido se puso delante, impidiéndole el paso, a lo cual la chica reconoció al instante, era su ex novio, quien junto a él venia un tipo gordo, de piel pálida y más sucio que bien vestido. La historia con Joaquín no era muy distinta a las de muchas otras: Una relación toxica plagada de celos, infidelidades y daños tanto psicológicos como físicos, por supuesto, todo esto llevado a cabo por él. Ciertamente no vuelves a ser la misma persona luego de sufrir un abuso así, sentirte tan pisoteada y desvalorizada que debes recogerte pedazo a pedazo lo que queda de ti e intentar reconstruirte de cero, lo cual, ella no había logrado aún.


-Joaquín, permiso. –le dijo de mala gana y en claro estado de ebriedad, posiblemente era la última persona a la que le hubiera gustado cruzarse, pero así era su suerte-.

-Hola ¿no? Tanto tiempo – dijo desafiante y sacando un poco de pecho, aun bloqueando el camino-.

-HOLA, déjame pasar, no quiero discutir con vos ahora –su característica poca paciencia estaba a punto de agotarse y su mal humor desbordaba por sus ojos marrones claros y brillantes.

-¿Por qué? ¿estas apurada? Hace dos años no sé nada de vos -recriminó enfadado, tronándose los dedos-.

-¿Qué queres? –le preguntó enojada y algo asustada, el amigo grande y gordo de su ex estaba expectante al escote de Siara y colocado a la derecha de esta, impidiéndole huir por la calle, por supuesto que presentía que nada bueno podía salir de aquella situación pero iba a intentar volver con tranquilidad al boliche, ya que no podía pelear en ese estado y menos contra dos personas.

El club de kendogravDonde viven las historias. Descúbrelo ahora