*Capítulo 2*

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No habían acabado de cruzar por donde se encontraba el primer grupo de gente cuando un chico delgado le entró a la valiente morena y se inclinó para decirle algo al oído. Kendra soltó una profunda carcajada y asintió con la cabeza con gesto entusiasmado.

Kendra: El chico quiere bailar —se rio, dándole el bolso a Nicole—. ¡Quién soy yo para negarme!

Jamie: Por aquí —dijo Jamie, señalando una pequeña mesa cercana a la barra, mientras su amiga se alejaba con su acompañante-.

    Los tres se sentaron y Jamie pidió una ronda. Nicole escrutó la

pista de baile en busca de Kendra, pero la nube de gente la había engullido. A pesar de que la sala estaba abarrotada de gente, Nicole no podía quitarse de encima una repentina sensación de que estaban sentados en el centro de atención. Como si estuvieran de alguna manera bajo estrecha vigilancia por el simple hecho de encontrarse en la sala. Era absurdo pensar eso. Quizá había estado trabajando demasiado, o había pasado demasiado tiempo sola en casa, ya que encontrarse en un lugar público la hacía sentir tan consciente de sí misma. Tan paranoica.

Jamie: ¡Por Nicole! —exclamó Jamie, haciéndose oír a pesar del estruendo de la música mientras levantaba el vaso de martini en un gesto de brindis-.

    Megan también levantó el suyo y brindó con Nicole.

Megan: Felicidades por la gran inauguración de esta noche.

Nicole: Gracias, chicos.

    Mientras sorbía la mezcla de un color amarillo neón, la sensación de ser observada volvió. O, mejor dicho, aumentó. Sintió que la miraban desde el otro extremo de la oscuridad. Levantó la vista por encima del borde del vaso de martini y percibió el brillo de las luces estroboscópicas en unas oscuras gafas de sol.

    Unas gafas que escondían una mirada que, sin duda, se encontraba fija en ella desde el otro extremo de la multitud.

    Los rápidos pulsos de las luces mostraron unos rasgos afilados entre las oscuras sombras, pero el ojo de Nicole lo captó al segundo. El cabello le caía, suelto, en mechones puntiagudos por encima de una frente amplia e inteligente y sobre unos pómulos angulosos. Una mandíbula fuerte y de trazo severo. Y su boca... su boca era generosa y sensual, incluso a pesar de que dibujaba una sonrisa cínica, casi cruel.

   Nicole apartó la vista, nerviosa, y sintió una ola de calor en las piernas. Su rostro se le quedó como grabado a fuego en la mente durante un instante, como una imagen se graba en una película. Dejó la copa encima de la mesa y se atrevió a mirar otra vez hacia donde se encontraba él. Pero ya no estaba.

    Al otro extremo de la barra se oyó un fuerte estruendo y Nicole giró la cabeza para mirar por encima del hombro. En una de las pobladas mesas, el alcohol se precipitaba al suelo desde un montón de cristales rotos que cubrían la superficie lacada de negro. Cinco tipos vestidos con cuero negro tenían una discusión con otro tipo que llevaba una camiseta sin mangas de los Dead Kennedys y un vaquero gastado y roto. Uno de los tíos que vestía de cuero negro tenía un brazo sobre los hombros de una rubia platino que estaba borracha y que parecía conocer al punki. Su novio, al parecer. Él quiso tomar a la chica por el brazo, pero ella le apartó con un golpe e inclinó la cabeza a un lado para permitir que uno de los tipos la besara en el cuello. Ella miraba desafiante a su novio, furioso, sin dejar de juguetear con el cabello castaño del tipo que parecía pegado a su garganta.

Megan: Esto se ha liado —dijo Megan, volviéndose en el momento en que la

situación parecía complicarse más-.

Jamie: Parece que sí —añadió Jamie mientras se terminaba el martini y hacía una seña a un camarero para que les trajera otra ronda—. Es obvio que la mamá de esa pava olvidó decirle que no conviene marcharse sin el chico con quien se ha venido.

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⏰ Última actualización: Jan 02, 2015 ⏰

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*BESO DE MEDIANOCHE* Bill KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora