¿Qué significa morir?
Me encuentro estancada dentro de esta pregunta. No sé cuánto ha pasado desde que el hijo que críe tomó la decisión de rebanar mi cabeza, pueden ser minutos o quizás horas. Ver la determinación en el acto de Thiago me causó un grado de satisfacción al no reflejar ni un ápice de culpa o arrepentimiento a la hora de juzgarme. Aun cuando había juntado una enorme cantidad de resentimiento con el paso de los años, se mantuvo frío a la hora de tomar el poder, al igual que yo.
Y así fue como terminé vagando como consciencia.
Morí, mi cabeza rodó. Y aun así sigo aquí, mi alma aún no desciende a los confines del infierno como esperaba. No aspiro al cielo, conozco mis maldades y Dios jamás me permitiría acercarme a su casa. Tampoco me arrepiento de ninguna de mis acciones pasadas, ni busco la salvación a través de ruegos humillantes. Al final, lo que soy, en lo que me convertí, Dios lo decidió.
Una mujer malvada. Una asesina. Una reina. Nada de eso hubiese pasado si alguien con poder divino no hubiese intercedido. Fue este ente quién me obligó a moldearme si no quería morir.
Quizá este sea mi verdadero castigo. Seguir viva y no conocer nada más dentro de un espacio vacío. No sé ya cuánto tiempo ha transcurrido, me he resignado a vivir en soledad en medio de la nada. Sin necesidad de preocuparme, me sumerjo dentro de mis memorias, buscando algún recuerdo satisfactorio para evitar la desesperación. Luego de un rato dejo de lado mi acción al sentir un extraño calor recorrerme. Tengo la sensación de estar quemándome bajo el sol y que un insecto está caminando sobre mi piel, a lo que yo instintivamente respondo con un golpe. Golpe que me aturde al provocar dolor.
¿Acaso seguía con vida? ¿Aluciné mi muerte?
Lenta y precavida realizo aquella acción que me acompañó durante toda mi vida, abrir los ojos. En el momento en que mi mirada queda totalmente descubierta diviso sobre mí el vasto cielo azul en compañía de un tirano sol que traspasa mi cuerpo con su calor.
— ¿Qué está pasando? — es lo primero que suelto al estar consciente. Sorprendida por este hecho acerco a mí mi mano para pellizcar mi mejilla. Un dolor empieza a nacer conforme entierro mis uñas y con eso verifico la duda. — En verdad estoy viva...
No es hasta que vuelvo a hablar que me percato del cambio. Mi timbre de voz ha cambiado, es una tono suave y dulce en comparación a lo áspera que sonaba en mis últimos años. Miro mis extremidades con algo de asombro, una piel tan blanca que que podría compararse con la leche y un contextura delgada que me recordaba a la figura de aquellas muñecas de porcelana que se vendían en la plaza. Y siendo más detallada, se miraban la tierra entre mis uñas junto a un rastro de sangre, y moretones morados resaltando en brazos y piernas. Aunque lo más impactante era le negro de la cabellera que cubría hasta mis muslos. Era real, estaba viva, pero en otro cuerpo.
¿Cómo había pasado?
Intenté buscar dentro de mis recuerdos, algún indicio que sirviera como respuesta a lo que estaba sucediendo, pero tampoco podía hacer mucho. La costumbre de Verydnia era drogar a sus rehenes una vez que ingresaban al calabozo para sacarles toda verdad y después torturarlos antes de su veredicto en la plaza. Todo era borroso y confuso, sentía que algo había hecho y por eso estaba ahí, pero nada llegaba a mí.
ESTÁS LEYENDO
Amelia
FantasiaHermosa, cruel e inmoral. Son algunos de los adjetivos utilizados para referirse a Amelia, la reina de sangre. Mujer que usurpó el trono del reino de Verydnia por más de diez años, hasta ser derrocada por su hijo adoptivo. Amelia, quien no se resist...