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Cinco años después.

Era un día lluvioso.

Xion, el hermoso joven de cabellera roja, regresaba de su trabajo como aprendiz de cazadores. Bueno, en realidad todo lo que le enseñaban ya lo sabía, su padre había sido su capacitador más influyente, pues le dictó todas sus enseñanzas y correcciones pertinentes hasta que su técnica fue limpia y ágil como ninguna. Pero debía mostrar sus habilidades a los demás cazadores y aprender a trabajar en conjunto con ellos, y es que desde hace un año había decidido convertirse en un cazador oficialmente y llegar a estar entre los de gran élite, para defender a su pueblo de los desastres que pudieran traer los lobos.

Sí, lobos.

Después de su encuentro con Leedo, él jamás regresó. En cambio, desapareció para siempre de su vida, sin dejar una huella en las tierras oscuras de aquel bosque, pero claramente sí dejó una marca en Xion.

Aquellas palabras de "Todas las tardes, corderito. Te esperaré en el bosque" y "No pienso soltarte jamás", sólo fueron un vil engaño, una trampa seductora para salir ileso. Fue un plan de: aquí te pillo, aquí te mato, con el objetivo de aprovecharse de su cuerpo joven, casto e inocente. Y no es que Xion se hubiese enamorado de él, o al menos no lo sabía, y es que desde que el lobo arrebató su virginidad no pudo olvidarle, su cuerpo desarrolló una extraña necesidad por su contacto corporal, pasó noches en vela sin saber qué hacer, desesperado por vivir una vez más aquella experiencia. Sentir los labios vehementes del lobo sobre su piel, su cola rubia y dorada acariciando la unión de sus piernas, su hombría abriéndose camino entre aquellas profundidades jamás exploradas por ningún otro...

Aún sonaba extraño en sus pensamientos. Él, un adolescente pretendido por los herreros, leñadores, carpinteros y más trabajadores de buena posición en su aldea, perdido en la idea de volver a ver a un lobo. Un animal salvaje el cual sólo lo utilizó con fines lúbricos y sucios.

De sólo pensarlo, lo hacía sonreír con desprecio.

"Sus ojos. Eran de color miel. Su pupila parecía estar envuelta en crecientes llamas de fuego."

Las palabras de su padre y el recuerdo aún vivo de la primera vez que fue espectador de aquella maravilla natural, seguía persiguiéndole. Su mente solía divagar entre lo sucedido aquel día, cerca del invierno, cuando apenas contaba con trece años de edad. Las emociones subyacentes.

Todo, todo fue una falsa ilusión. Un falso amor entre un Lobo y un chico de aldea.

Sin embargo, esos sentimientos comenzaban a ser suprimidos poco a poco, siendo corregidos por las instrucciones que recibía de parte de cazadores más experimentados que lo "alistaban" para cualquier emergencia. Era matar o morir de una manera despiadada.

La situación de los lobos se había agravado últimamente. Muchos incidentes entre aldeanos y lobos se habían detonado con frecuencia, incluso muertes ocasionadas por garras que no parecían de algún animal común y mordidas que podían desfigurar cuerpos en un solo acto. Tal como se lo había contado su padre años atrás, todo lo que alguna vez pareció una leyenda estructurada por las viejas generaciones, tomaban ahora un sentido real, terrorífico. Lo estaban experimentando en primera plana.

Pudo entender de mejor manera entonces lo que significó la muerte de uno de los guerreros más fuertes. Seoho. Su desafortunado destino tuvo lugar en las montañas del sur, aún a una distancia considerable, pero ahora contaban con la estadía del enemigo aún más cerca, rondando en el bosque frondoso. Aquellas bestias contaban con fuerzas que superaban las de cualquier artilugio humano, la rapidez con la que se desplazaban superaba km/h nunca antes vistos, ni siquiera sus movimientos se comparaban con los de los hombres más fuertes y capaces, eran ágiles, inmediatos, disfrazados bajo la neblina decadente y espesa del bosque en estos tiempos de frialdad, como de otoño. Las estadísticas estaban altas, peligrosas.

𝑪𝒖𝒊𝒅𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒆𝒍 𝒍𝒐𝒃𝒐 ; 𝑳𝒆𝒆𝒐𝒏.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora