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IRIS Kingsley no era un héroe.
A decir verdad, ella nunca iba a ser una heroína. Eso no estaba en las cartas para ella, y de todos modos no lo quería. Ella no nació en un planeta diferente. Ella no creció con un destino inminente. Ella ni siquiera cayó en un charco de desechos radiactivos. (Una pena.)
Iris Kingsley era un ser humano cerrado y terco. Ya sabes, esa chica que siempre se sentaba en la parte de atrás del aula, no hablaba con nadie y apenas sacaba su lapicero de un cuaderno mientras la maestra hablaba sin parar sobre un tema que a nadie le importaba. Y ella estaba contenta con ese tipo de estado. No podía — y no lo haría — disuadirse del camino que se propuso.
Aunque, a veces los héroes están hechos de nosotros. A veces, no podemos elegir nuestro propio destino. Para alguien como Iris, una ávida planificadora y profesional de Sabelotodo, se habría escapado en el segundo en que sabía lo que le deparaba el futuro. Tal vez, ella nunca se habría mudado a Michigan en primer lugar, o tomado el trabajo como segunda detective principal en el Departamento de Policía de Detroit. Si ella hubiera sabido...las posibilidades son infinitas. Quizás nunca hubiéramos terminado aquí.
Pero el destino es una perra, ¿verdad? No importa cuántas veces Iris hizo todo lo posible para escapar de un problema, ella habría terminado aquí. El destino no se entrega a muchos, pero el destino se otorga a todos. Iris Kingsley siempre tuvo la intención de crecer normal, con una familia humana normal y una vida humana normal. Tal vez no tantos amigos normales — ¿quién necesita gente de mierda cuando tienes que cuidar? — Pero todo era relativamente humano. Es decir, hasta que el destino comenzó a tirar de sus hilos.
