All the love in the world

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✿En portada: edición vectorial, fondo, texturas, filtros y elementos varios recuperados de freepik y all-free-download. Tipografía: Lovely Day.

Pese a la implícita necesidad de ciertas habilidades en el trabajo de una idol, Nazuna nunca había tomado verdadera importancia al espectro completo

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Pese a la implícita necesidad de ciertas habilidades en el trabajo de una idol, Nazuna nunca había tomado verdadera importancia al espectro completo. Michiru podía, aún sin ser especialista en el área, marcar más deficiencias que virtudes: contaba con su buena apariencia y una voz privilegiada, pero se negaba a tomar clases para pulirla, o para bailar, ya que su acto constaba de mecerse suavemente, apareciendo sus alas para recorrer el escenario.

Se excusaba con que no podía cantar y hacer movimientos complicados, le horrorizaba la idea de que se escuchara su respiración jadeante en el micrófono, pero no quería saber una palabra de que para que eso no sucediera había que entrenarse.

Tampoco trabajaba demasiado en su repertorio de expresiones.

Incluso antes de convertirse en Déesse Louve, la mirada de sus ojos ya denotaba cierta astucia y malevolencia, convertirse en zorro solo acentuaba esas facciones, sumándole el prejuicio con el que cargaban dichos animales. Alguna vez le había dicho que solo iba a conseguir papeles como la villana de los dramas, y Nazuna solo se había reído como lo haría precisamente uno de estos personajes, con la mano en la boca y decía: "¡la más hermosa!".

Su sonrisa de escenario no era cálida, era para fotografía. En privado sí que lo era, y si se reía a carcajadas era contagiosa, pero se obligaba a no hacerlo sin importar las circunstancias, porque decía que no era apropiado para una dama. Probablemente ella, como su mejor amiga, era la única persona en el mundo que había escuchado cómo se reía, y pasaron años antes de darse cuenta de cómo era realmente que se escuchaba cuando una situación graciosa sobrepasaba su control.

Aun así, ahí estaba, viviendo su sueño.

Definitivamente no como lo habían prometido cuando aún eran unas simples estudiantes, pero lo había logrado, se había convertido en el ícono de una ciudad; sus fotografías estaban en promocionales, campañas oficiales y una parte considerable del mundo virtual, entre redes sociales y blogs personales.

Y Nazuna realmente disfrutaba eso: la atención, la admiración, la devoción.

Anima City había olvidado por completo su actitud condescendiente para hacerse pasar por una deidad, y seguía absorta con el papel de chica piadosa, como si también hubiesen racionalizado el propósito con el que Alan Sylvasta la había convencido de formar el culto.

Michiru, francamente, no era capaz de comprender cómo se había convertido en eso.

Sin embargo, seguía queriéndola tanto como el día que compartieron su primer almuerzo juntas, tanto como el día del accidente, como cuando despertó en el hospital y la vio sentada a su lado pese a sus propias heridas.

La seguía queriendo como la vez que corrió detrás del auto que la había secuestrado y cuando ella confió en su palabra para detener la confesión sobre su humanidad.

La iba a querer toda la vida, quizás.

Por eso estaba hundida en la cama, sacando todo lo que guardaba en su interior, para que al salir de la habitación pudiera comportarse como era debido.

El mensaje entrante de su teléfono fue el indicativo de que había llegado la hora, Nazuna le mandaba, entre muchos emoticones de corazones y besos, y uno de enfado, una advertencia para no llegar tarde, y el recordatorio de que le había comprado una blusa nueva para que no fuera con su sportswear, que era como había rebautizado a su ropa de siempre cuando se quejó de lo despectiva que era su primera afirmación de que se trataba de harapos.

Luego de darse una ducha rápida, sacó del armario la blusa de la que hablaba.

No era algo que usaría Nazuna, ella lo había elegido pensando completamente en Michiru y su reticencia a cualquier cosa que se ciñera innecesariamente a su cuerpo; a cuadros entre azul y violeta, con unos pantaloncillos cortos de jeans más parecidos a unas bermudas adecuadamente holgadas con la apertura para que su cola estuviera suelta.

Arreglada con más esmero del diario, pero menos de lo que incluso Nina consideraba femenino, como tenía a bien decirle de vez en cuando, salió de la casa inusualmente vacía.

El sol de la tarde teñía de rojo el cielo, pronto iba a anochecer, y el olor dulzón del aire de verano le devolvió a una realidad diferente a la de la habitación en la buhardilla.

Aspiró profundo, relajándose. Preparándose para lo que pudiera ser peor que las últimas semanas, luego de darse cuenta de que ni Nazuna ni ella seguían siendo las estudiantes a las que solo les importaba cumplir sus sueños.

Aun así, no fue realmente consiente de que había reducido su paso a medida que se acercaba al punto de encuentro, perdiendo todo el valor cuando los vio a un par de metros.

Su corazón se detuvo un momento, perdió el aliento, pero consiguió no salir corriendo como la primera vez que los descubrió besándose en el portal del edificio de Nazuna.

Shirō se percató de su presencia enseguida y se apartó de Nazuna, que se giró hacia Michiru, saltando de su sitio para abrazarla.

—¡Feliz cumpleaños! —le dijo —¡Te quedan tan bien estos colores! A que tengo buen gusto ¿no?

—La modestia no es lo tuyo ¿verdad? —le respondió.

Nazuna chasqueó la lengua, y tomándola de la mano la condujo al restaurante.

—Creo que esto es excesivo —dijo —. Podríamos comprar cualquier cosa y comerlo en la casa.

—¡No digas tonterías! Además, tengo una sorpresa para ti, ¡no tienes idea del trabajo que me costó!

Michiru la miró con sospecha y giró la vista hacia Shirō, pero este solo profirió una media sonrisa de complicidad con su amiga, de modo que quedaba entendido, que, si quería saber lo que era, tendría que entrar.

No fue sino hasta el último momento, el breve lapso de oscuridad antes de que las luces se encendieran de golpe y todos gritaran, que entendió que era lo más obvio: una fiesta de cumpleaños.

Nina, Melissa y Gem, la alcaldesa, el equipo de baseball; Nazuna los había reunido a todos, pero cuando la tomó de los hombros para empujarla al interior, agradeció que la estuviera sosteniendo porque pensó que se iba a desvanecer: sus padres estaban ahí.

No supo cuánto tardó en reaccionar, pero el abrazo de su madre la abrumó con tanta fuerza que sin darse cuenta ya estaba llorando, presa de una mezcla de sentimientos que solo confirmaban que siempre iba a quererla, sin importar que el hombre del que se había enamorado con toda el alma, hubiera elegido a Nazuna.

No supo cuánto tardó en reaccionar, pero el abrazo de su madre la abrumó con tanta fuerza que sin darse cuenta ya estaba llorando, presa de una mezcla de sentimientos que solo confirmaban que siempre iba a quererla, sin importar que el hombre del ...

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¡No pude resistirlo! Tenía que entrar en este fandom y he decidido publicar algo pequeñito mientras preparo algo más pesadito.

Hasta entonces

¡Gracias por leer! 

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