Amelia

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No pidió permiso. Llegó. Mucho antes de que nos acostumbraramos a ella, ya Amelia esa una niña que alborotaba los amaneceres con sus reclamos de chica cuya edad esa incierta.

Unas veces quería lugar a el pon y otras a leer a Cervantes. Alteraba la crianza de peces ornamentales con una novela que estaba escribiendo, que cambiaba de nombre según sus reclamos humores: unas veces se llamaba Alegría en el tejado manso y otras Confeciones del patibulo, cascabeles de la lluvia o El último en la silla...eléctrica.


Nos miraba a todos invitándonos a participar de su juego insólito: la vida. ¿Amelia ha crecido? ¿nosotros hemos regresado a la infancia? Imagino que haya pasado el tiempo, hasta de eso descreemos. A su lado ya poco importa cuan adultos somos.

La familia la tiene como un precioso talisman, susurro ofendido pájaros, clamor de cataratas... Noticia dulce. Un poeta dijo:¡Ay Roma, Roma, Roma! ¿quién sin ti permanece?


Nosotros decimos:«Amelia, Amelia, quién sin ti sonríe»


Mientras los vecinos y amigos se enorgullecen del hijo doctor, ingeniero o científico, nosotros decimos: «sí, eso está bien, pero nuestra Amelia cayó del cielo.»

Amelia caida del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora