Capítulo 2: Tate

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 Demons - Imagine Dragons

Domingo 18 de Octubre, Quincy Massachusetts

La mayoría de las personas coincide en que los lunes son el peor día de la semana, yo no podría estar más en contra, creo firmemente que el día más terrible de la semana es el domingo, no hay mucho que hacer y las actividades solo se reducen a recuperar fuerzas de la noche anterior vagando de la cocina a la habitación en modo avión, con algunas funciones activadas pero con otras totalmente apagadas.

La casa se encontraba sumida en el silencio absoluto que caracteriza un domingo por la mañana, sopese mis opciones entre quedarme a seguir durmiendo, jugar un partido de FIFA en la play o adelantar los trabajos que tenía que entregar en la semana, pero ninguna idea me seducía tanto como ir al taller y engrasarme las manos arreglando un par de motos, decidí que así pasaría mi día, debajo de un motor intentando despejar la mente.

Fui caminando, ya que el taller de Abby queda relativamente cerca del campus y aún el letargo de la mañana me abrumaba, me sentía culpable por no quedarme a completar mis trabajos pero ¿Que le hacía una mancha mas al tigre?, contando este, sería el quinto trabajo sin entregar para Petrología y para Geoquímica, a pesar de apenas recién comenzar el semestre, creía que ya la tenía perdida, no tenía ganas, había perdido el interes por completo en la carrera, a veces me encontraba obligándome a mí mismo a levantarme de la cama para asistir al menos a una clase, pero no encontraba la motivación, la había perdido, lo único que podía despertar algún tipo de interés en mí día a día podría ser ir a las prácticas de basquetbol, jugar los partidos o ir al taller, allí es donde realmente sentía que podía respirar, que mi mente no divagaba en pensamientos azarosos y que sentía genuinas ganas de hacer algo más que estar en mi cama todo el día.

El taller estaba cerrado, pero yo sabía que Abby se encontraba dentro, tal vez revisando papeles o trabajando en su Mustang modelo 1969, toque la puerta de metal un par de veces, esperando que mis suposiciones sean ciertas, una mujer de unos 60 años, que bien podría ser mi abuela, pero aún tenía la vitalidad de una joven de mí edad, abrió la puerta luego de unos minutos, mientras secaba con un trapo el aceite de sus manos.

- ¡Tate hijo! Que sorpresa, pasa pasa, no te quedes ahí parado como tonto - le sonreí cuando pase a su lado para internarme en el salón donde descansaban tres autos, entre ellos el Mustang de Abby y dos motos que querían mejoras en sus motores - No te esperaba hasta mañana muchacho - comentó ella sonriendo confundida

- Lo sé, es que... necesitaba despejarme un rato - suspiré, para luego tomar el overol con mí nombre que se encontraba colgado en una de las paredes.

- Noche dura, ¿Eh? - adivinó

- Un poco, si -

Me quité la chaqueta y puse encima de mi ropa el overol lleno de aceite y pintura, caminé hasta la moto a medio reparar que esperaba por mi, una vez ahí comencé a hacer mi trabajo, tratando de desviar mis pensamientos hacia el motor en peor estado que jamás haya reparado. Trabajo en el taller hace poco mas de un año y medio, aprendí rápido todo lo necesario para ser casi tan bueno como Abby, busqué y conseguí el trabajo para aliviar a mí madre que trabajaba como loca para darme una buena vida a mí y a los gemelos, por lo que decidí, sacarle un peso de encima cuando comencé para pagar las despensas y otros gastos que generaban el hecho de vivir solo en un lugar completamente distinto al de mi familia.

Nos mudamos a Hawaii cuando a mí padre le ofrecieron un puesto en el Instituto de Geología, Sismología y Estudios de las Actividades Volcánicas en la isla de Kauai, Hawaii, de repente toda mi vida cambió, pasé de vivir en el centro de la ciudad de Nueva York, donde lo único que importa es la altura del edificio en el que vives a despertarme casi en el medio de la nada, con muy pocos edificios en altura alrededor y la actividad favorita de todos es ir a la playa, estaba a punto de entrar a la secundaria y mis hermanos apenas tenían 2 años por lo que la mudanza y el cambio completo de aires no les afectó en lo absoluto, el primer día de clases conocí a Kailani, fue la única que se acerco a darme la bienvenida, el resto de chicos se la pasaba murmurando por lo bajo, que yo era una especie de vampiro por la blancura de mi piel, la niña de ojos tan celestes como el mismo océano se me acercó diciendo "No te sientas mal, por esos tontos, tienen la cabeza quemada por Crepúsculo y creen que eres como Edward Cullen, en lo personal no creo que seas tan guapo" , me costó acostumbrarme a su forma peculiar de hablar, como si estuviera insultandome pero a la vez era todo lo contrario, solo quería hacerme sentir bienvenido en una ciudad nueva.

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⏰ Última actualización: Sep 03, 2020 ⏰

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