Sky & Earth

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No podría contar cuántos días habían pasado ni aunque quisiera, ya no había forma de tomar el tiempo, solo existían días y noches, soles y estrellas. Y entre toda esa mecánica supervivencia, Jisung lo encontraba a él.

Nuevamente estaba sentado en la última zona bloqueada, un campo estéril, con suerte si había un poco de pasto en el lodoso suelo, pero Felix lo adoraba. No, él no adoraba el lugar, adoraba lo que podía verse desde ahí. El cielo, ese cielo que consideraba su propio tesoro dentro de lo terrenal. Lo miraba todas las noches, con o sin nubes, realmente él sólo quería tener algo que mirar al alzar su cabeza. Y lo tenía, y eso preocupaba a los otros. Porque en un mundo donde si no miras al frente puedes terminar muerto, el que uno de sus más altos al mando disfrutara esa actividad casi infantil les parecía un sacrilegio, un suicidio.

Pero no iban a quejarse, sabían que el líder se lo tenía permitido, así como Jisung se encargaba de vigilar el panorama del menor cuando este se entregaba completamente al universo y sus alrededores. No supo qué hubo de diferente esa noche, ni qué lo incitó a acercarse a aquella brújula humana, pero se sentó a su lado, y pegó su vista al suelo. Sus hombros se rozaban, podía oír la respiración ajena, sabía que no le estaba prestando ni el más mínimo de atención. Jisung nunca había escuchado una respiración tan calma, o al menos no la recordaba, ya casi no recordaba nada de su vida, su vida normal. De vez en cuando le venían fragmentos a la cabeza, ligeros roces con el pasado. Podían ser olores, podía ser un color, o hasta una persona, que para ese entonces ya había muerto.

Observó la tierra mojada bajo sus piernas, y la acarició con su mano izquierda, comenzando a dibujar formas o simples garabatos. Ni siquiera notó cuando comenzó a crear un campo de estrellas a su alrededor, todas trazadas en el lodo, sucias y desprolijas. Fue en ese entonces cuando vio por el rabillo del ojo como el menor sonreía.

– Si te quedas perdido con la mirada en la tierra, nunca vas a poder notar las gotas de luz en el aire.– no había entendido, ni se esforzaría por hacerlo, sabía que Felix hablaba la mayor parte del tiempo con metáforas, y sinceramente se había acostumbrado. Jisung admiró su perfil, sus ojos brillantes por la noche estrellada, la pequeña señal de que había sonreído todavía en la comisura de sus labios, y aquellas pecas que se adueñaban de la mayor parte de su cara.

– Si te quedas perdido mirando el cielo, nunca vas a notar que tus pies están sobre la tierra.– devolvió la mirada al suelo, esta vez recorriendolo hasta llegar a los confines del muro, su protección, y prisión. No estaban encerrados, se aseguraban de que todos se sintieran lo más cómodos posibles ahí dentro, después de todo el formar aquella base les había tomado demasiado tiempo. Pero no podían evitar pensar en aquellos días de rebeldía, esos donde las misiones abarcaban los cientos de kilómetros a recorrer, donde por un despiste podías perder una de tus extremidades, o aún peor, tu propia alma.

Pero esos días no volverían, y estaban agradecidos de alguna forma, ya que el estrés y el cansancio eran mortalmente sofocantes. Su base crecía cada vez más, los muros cada vez quedaban más resistentes, las nuevas vidas poco a poco llegaban a ese caótico mundo. Jisung no podía definir eso como una bendición, u otra jugada negativa del propio destino. Criar a un niño en esas circunstancias, no podía siquiera imaginarlo. Pero lo haría, todos en la base lo harían, porque era su deber una vez asentados. Sus días como nómades habían terminado, y con ellos las nuevas obligaciones los harían renunciar a su juventud, a sus deseos, a ellos mismos.

Lo único que lo mantenía tranquilo de saber que dentro de poco debería ocupar el lugar de padre de familia, era que los mayores líderes aún lo necesitaban, lo alejaban del grupo, lo hacían formar parte de ese íntimo círculo de confidencialidad, donde el pecoso se encontraba. Jisung era leal, y aceptaría su destino, pero necesitaba poder ver a Felix para eso. Porque el mayor de ambos sabía que nunca sería feliz, no sin él. Quedó completamente absorto en sus pensamientos, ni siquiera notó cuando el menor apoyaba un poco más su cuerpo contra el hombro contrario, inclinándose ambos hacia un costado. Las estrellas se veían perfectamente esa noche, Felix pudo ubicar la cruz del sur casi posada sobre el oscuro horizonte, y sobre ellos el cinturón de Orión reposaba tranquilo, moviéndose cada vez más. Y aunque el menor sabía que en verdad era la tierra que giraba, le gustaba jugar a que en verdad él controlaba el cielo, y les marcaba a las estrellas un rumbo a recorrer. Ideas tan estúpidas con esas lo habían salvado miles de veces en sus ataques de pánico, el tener el control de algo que no fuera su cuerpo.

Jisung finalmente apartó la vista del muro, y acercó su cabeza al hombro contrario, recostandola ligeramente. Aún si su corazón se aceleraba, aún si sus mejillas se tornaban de un ligero rosa, no le importaba. Confiaba en que las estrellas guardarían su secreto aquella noche, y se permitió descansar, y admirar el cielo. Entendía por qué a Felix le gustaba tanto, él siempre estaba demasiado ocupado mirando adelante como para detenerse a mirar hacia arriba. Esa noche estaba siendo sumamente extraña, nunca había estado tan cerca del contrario. Aún si siempre se veían y hablaban, él no se consideraba a sí mismo un amigo de Felix, tampoco quería serlo, Jisung se limitaba a ver desde lejos, a observar, con eso le era más que suficiente. Pero cuando el menor se atrevió a buscar su mano en la estrellada oscuridad, rozando con delicadeza sus dedos, no pudo evitar entrelazarlas, dejando caricias sobre el dorso de esta.

Ambos corazones latían agitados, acompasados. Sabían que si hablaban todo terminaría ahí, y no querían. Felix posó su cabeza encima de la contraria, reforzando el agarre de sus manos. Estaba mal, y no debían hacerlo, pero nadie los estaba mirando. Las constelaciones serían sus únicos testigos, el viento no podría susurrarle a los otros lo que podría llegar a pasar, el lodo borraría junto con los dibujos cualquier recuerdo de esa pequeña chispa, que por primera vez se mecía con libertad, a la par que las respiraciones calmadas lograban que el lugar se encontrara tranquilo, y a su vez sumamente tenso. Jisung apartó su cabeza con cuidado, y miró fijamente al contrario. No entendía, no iba a entender, y tampoco quería hacerlo. Cuando vio aquel brillo en los ojos ajenos, aquella mirada que el menor le dedicó, aquella sonrisa proveniente de lo más profundo del alma contraria, se dejó ser.

Acercó sus rostros con cuidado, posando la mano que tenía libre en la mejilla contraria, rozándola. Sentía que si tocaba aquellas pecas con algo que no fuera ligereza, estas podrían desaparecer. Felix permanecía quieto, mirándolo fijamente. No se lo notaba incómodo, en lo absoluto, parecía estar esperándolo. Tal vez Jisung no había sido tan cauteloso como creía, tal vez el haber encontrado su tesoro en aquel chico había resultado demasiado evidente. Pero no se arriesgaría a preguntar, no dudaría, no cuando tenía frente a sí probablemente la única oportunidad que tendría para guardar un recuerdo feliz, uno que no olvidaría, sin importar lo que derivara el futuro.

Y con el viento cálido de abril a su favor, y las hojas de los bosques cercanos sonando a su alrededor, terminó por inclinar su cabeza. Pero no fue él quien selló aquella distancia, sino Felix, que no pudo aguantar ni por un segundo más aquella rebeldía que estaban por cometer. Porque para él no había mayor acto de traición, que amar a alguien que no beneficiaría en nada al futuro de la base. Lee Felix tenía demasiado en mente, los comentarios de Chris la tarde anterior aún permanecían en su mente, las miradas que Jisung le dedicaba casi sin darse cuenta, las ganas de ser libre una vez más, todo lo que sentía, todo lo que quería mostrarle al contrario, todo lo dicho y por decir se fucionó en aquella acción que se encargó de guiar sus labios.

El beso fue dulce, cariñoso, y sumamente cálido. Les recordó a aquellas noches de invierno junto a la hoguera, a esas historias de amor que los líderes generalmente contaban para aligerar los ambientes, a esas miradas que le daban al cielo y la tierra. Y cuando se separaron, cada uno miró la realidad ajena. Jisung se recostó sobre el lodo, atesorando las luces en el cielo por última vez, mientras Felix miraba como ambos estaban rodeados por aquellos dibujos hechos minutos antes. Le dió ternura, y a su vez sintió una enorme pena. Porque ya no eran niños, porque muy pronto dejarían de serlo, porque el mundo donde estaban era así.

Y se recostó junto al chico, ignorando todo, ignorando su propia mente, simplemente atesorando ese momento, mirando al contrario, que portaba una sonrisa hermosa en su rostro. Tal vez esa sería la única noche, tal vez habría muchísimas más, solo el destino y su suerte lo sabían. Y para su buena fortuna, ambos se habían sumergido en una propia burbuja, una donde las estrellas de movían a su gusto, donde en la tierra podía dibujarse el mundo entero, y donde nadie los observaba, donde nadie esperaba nada de ellos.
Donde podían ser, y desaparecer.

× Cielo y Tierra ×  Jilix/HanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora