Día 2: Realeza

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Realeza

Cuando Bakugo Katsuki, príncipe del clan dragón, le confesó sus sentimientos, ciertamente quiso escapar, huir y desaparecer de ahí para nunca volver. Ella dejó su aldea para ser una fuerte guerrera, para proteger a su familia y evitar las invasiones. Jamás habría aceptado unirse a ese disfuncional par de saberlo.

Recordó la amigable expresión del hijo del herrero del pueblo vecino. Sus brillantes ojos verdes, las amables palabras y el melodioso tono de su voz. Debió de aceptar su propuesta de cortejo cuando lo realizó. Era un muchacho agradable, quizá un poco tímido pero sin duda podía asegurarle una vida calmada; una casa cerca de la montaña, tres pequeños niños y...

Parpadeó confundida. Se encontraba una habitación desconocida. Escuchó risas, estaba a punto de buscar su báculo cuando un niño con cabello castaño, ojos verdes y pecas corrió hasta ella pidiéndole que lo tome en brazos. Titubeo antes de hacerlo.

—¿Dónde está papá? —Cuestionó el infante con la voz quebrada.

—Sh, sh, pronto estará en casa —aseguró balanceándose para calmar su miedo.

—Él dijo que moriré porque no lo elegiste —frunció el ceño, confundida y culpable ante las palabras de este desconocido niño.

—¿De qué hablas? —Cuestionó sin entender a qué se refería. Una niebla comenzó a cubrir todo, obstruyendo su vista. Notó cómo su entorno desapareció—. Estarás bien —prometió abrazando al niño. Bajó la mirada, dándose cuenta que tenía los brazos vacíos—. Pero, ¿qué...? —Un intenso viento la azotó, forzándola a cerrar nuevamente los ojos, sus sentidos se entumecieron y un voraz miedo la atrapó.

—¿Uraraka? —Escuchó una voz lejana. Ni la reconocía. Estaba más cómoda dormida y en paz, así que optó por ignorarla—. Ey, cara de luna, despierta, Ochako, por favor. —Ella no quería, su hijo la necesitaba, tenía que buscar a su esposo y... Se levantó de golpe, pegándose con la frente del rubio—. Maldita sea, literalmente eres cabeza dura —lo escuchó farfullar.

—¿Qué sucedió? —Preguntó sentándose. Lo último que recordaba era pelear por décima vez con Bakugo y después... nada.

—Te quedaste en el jodido limbo como si fuera un día de paseo —replicó el rubio sentándose a su lado. Notó que su actitud era más calmada.

—¿Limbo? —Cuestionó—. ¿Cómo llegué al limbo si estaba luchando contigo?

—¿Qué? —El rojo ardió como lava en su mirada—. Me tienes que estar jodiendo —lo vio levantarse enfadado—. Cuida de ella —pidió a Kirishima antes de desaparecer en el bosque. El pelirrojo trató de seguirlo antes de ceder y acatar la indicación.

—¿Te sientes bien? —Le preguntó con preocupación. Asintió.

—¿Por qué se va? —Todavía tenía los ojos en el bosque.

—Probablemente busca respuestas —Kirishima se sentó a su lado—. Ya sabes, el clan de los dragones se divide en híbridos como yo y en guerreros humanos como él —volvió a asentir, sin comprender por qué le contaba eso—. La familia Bakugo es una especie de realeza. Sus ancestros cuidaron de los primeros dragones, incluso hay quienes dicen que los híbridos nacieron gracias a ellos —se rio—. Nadie lo sabe a ciencia cierta si es verdad o no.

—Por eso Bakugo es una especie de príncipe, ¿no?

—Es un príncipe —corrigió—. Sus padres aguardan su regreso para ascenderlo al trono cuando proporcione un primogénito.

—Él es demasiado joven —argumentó sorprendida. Él era apenas un par de meses mayor que ella—. Ni siquiera tiene pareja, ¿cómo alguien podría tolerarlo con ese temperamento?

—Es gracioso que seas tú quien lo menciona y critica —señaló.

—¿Y hay algún criterio para su elección de pareja? —Había escuchado que el rey del fuego desposó a la princesa del hielo en busca de poder, también que sus hijos eran casados con propósitos políticos. Así que se cuestionó si el clan de dragones tenía principios similares.

—Sip —contestó Kirishima levantándose y ofreciéndole la mano—. Aunque son más míticos que tangibles —explicó cuando estuvieron de pie—. Está esa tradición sobre desposarse con personas más fuertes, algo bastante difícil de cumplir —confesó adentrándose en el bosque—. Creo que comprendes lo complicado que puede resultar dado su fortaleza física y carácter. —Ella suspiró, sintiendo lástima por la pobre alma que sería su pareja, ante el fugaz pensamiento sintió un pinchazo en el corazón.

—Al menos debe de tener alternativas, ¿no? —Reconocía que era atractivo, había un deje seductor en su forma de entrenar y una ardiente pasión cuando combatía. Probablemente adquiriría otras habilidades con la práctica después de unirse a otra persona. Cambió la pena que sentía por aquella hipotética persona por un sentimiento desagradable; la envidia y celos la corrompieron. Definitivamente estaba considerando que sería un desconocido afortunado.

—¡Demasiadas! —Rio el pelirrojo adentrándose más en el bosque—. El rey del fuego ofreció la mano de su única hija; un reino al oeste ofreció a su princesa, una joven adivina, muy bonita si me permites el cumplido —notó un sonrojo en el híbrido. Se atrevía a considerar que... gustaba de ella—; la última solicitud fue de los ríos del sur que pedían una alianza a cambio de su híbrida.

—Una sirena —completó asombrada—. Es una especie mítica.

—Casi tanto como yo, sí —agregó—. Todas fueron condicionadas a un duelo. Por ende, retiraron sus propuestas tiempo después

—O sea que lo bárbaro es de nacimiento —se burló esperando que su acompañante también lo hiciera, no obstante, mantenía un semblante serio.

—No, él genuinamente viajó aceptando cada propuesta y emitiendo su contraoferta. Solo la adivina accedió y perdió... tres veces.

—Vaya persistencia —murmuró para sí misma antes de agregar—. ¿Por qué haría algo así? —Inquirió asustada al caer en una realización—. ¡Eran princesas! Es lógico que no tuvieran entrenamiento en combate.

—Dio su palabra de desposar a la persona que lo venciera —explicó lentamente cuando se detuvieron en un claro—. Y hasta ahora... solo ha conocido a una mujer con esa característica. —Uraraka estuvo a punto de preguntar quién hasta que recordó cada batalla que tuvieron, la fiereza en su mirada y la adrenalina en sus ataques.

—No estarás diciendo que...

—Katsuki es algo... especial —se sorprendió ya que era la primera vez que lo escuchó decir su nombre—. Cuando te conoció, me preguntó por qué la luna se materializó ante nosotros, de ahí tu apodo —argumentó con una sonrisa incomoda—. Él no quería luchar contigo, pero estabas ahí, diciéndole que sus planes eran estúpidos y que la fuerza bruta no sirve de nada sin una estrategia previa hasta que lo vio consumirse —confesó—. Así que ahora es tu turno de averiguarlo —abrió una cortina de ramas pidiéndole que ingresara.

—Kirishima, te dije que... —se congeló al verla—. ¿Qué haces aquí?

—Él me contó. —En ese momento era un desastre ante la saturación de información que recibió. Sentía una extraña comodidad desde que se unió al grupo del príncipe dragón, disfrutaba de su compañía hasta de luchar con él, pero, ¿amarlo?

¿Estaba dispuesta a desposarlo? ¿A tomar todo lo que implicaba?

—Si pudieras entender como quema el titubeo en tus ojos no habrías venido —aseguró acercándose a ella—. La conexión está ahí —susurró, acariciando su rostro, jugó con su mechón rebelde—, aunque no sé si sea conmigo —se alejó de golpe—. Dime, Uraraka Ochako, bruja de la gravedad; ¿Me has hechizado? —Estuvo a punto de responder cuando una nueva pregunta la interrumpió—. ¿O correspondes los sentimientos que te he expresado?

Nuevamente el silencio fue la mejor explicación.

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⏰ Última actualización: Jul 30, 2020 ⏰

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