Prologo: Rumbo al hospital

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La hora pico de la ciudad está en su mayor auge, por lo que no faltan los típicos sonidos de los cláxones que muestran la ansiedad de los automovilistas por avanzar más rápidamente. Desde que he conducido siempre había tratado de conservar la calma y dejar que la circulación de la arteria metropolitana fluyera como fuera posible. Sin embargo, hoy esa calma se ha visto interrumpida por tres grandes razones que tratan de contener la respiración al estar a punto de traer al mundo a tres criaturas que llevan habitando más de medio año en el interior de su vientre. ¿Qué es lo más gracioso de esta situación? Que cada uno de los bebés de cada chica, comparten el mismo padre, por ende, la misma sangre... mi sangre.

Con solo ver el ambiente, se nota demasiado la tensión a causa de los dolores que sufren cada una de las sufrientes, aumentado por el estrés por la poca movilidad de los autos que van al frente del nuestro. Los sonidos de los pitidos y las respiraciones de contención de dolor se ven interrumpidas por una de las chicas.

—¿De verdad justo ahora tenía que haber tantos carros? ¿Cómo es posible que no haya consideración ante situaciones de emergencia como esta?

Le tomo la mano ya que la tengo al lado del copiloto para tratar de tranquilizarla

—Tranquila, cariño, ya verás que dentro de poco llegaremos al hospital y podrás descansar un poco de las contracciones, tu confía en tu adorado esposo.

La chica que como acabo de mencionar es mi esposa, me devuelve una mirada amorosa y demostrando que mis palabras la han podido tranquilizar un poco.

—No es por interrumpir su muestra de cariño —Habla una de las chicas que se encuentran en los sillones de atrás —Pero no es como si solo ella estuviera sufriendo por estar a punto de parir dentro de un coche.

Suspiro un poco.

—Pues siento por no ser considerado, pero entenderás que mi esposa es un poquito más importante para mí, no es que ustedes sean menos importantes, pero...

—¡Pero si acabas de decir que ella es más importante que nosotras! Creo que se te olvida un pequeño detalle, José y es que gracias a ti nosotras tres estamos a punto de dar a luz.

—A ver, un momento, de mi mujer puedo aceptar reclamos, pero creo que debo recordarte que ustedes dos quisieron esto, y estoy hablando de ti y Andrea, que me convencieron, no, casi me obligaron a donarles parte de mi material para que tuvieran las dos, hijos juntas.

Me arrepiento un poco de lo que dije, pues sé que todo lo que dice es a causa de los dolores que sufre, por lo que su adrenalina le provoca estar alterada, pero ella parece no compadecerse de mi al tratar de mantener la calma ante el tráfico.

—No puedo creer que hayas dicho eso —Se escucha a mi lado, veo que mi esposa está al borde de las lágrimas, lo que hace que me sienta más culpable por mis anteriores palabras —Entiendo que estés estresado por esta situación y tengas que aguantarnos a las tres, pero no digas palabras tan crueles pues ellas solo querían tener una familia como nosotros la tendremos y confiaron en ti para que pudieran tener hijos juntas.

—No quise lastimarlas chicas —me disculpo —pero entiendan que, aunque yo no sea quien sufra lo que ustedes, también siento algo de responsabilidad con cada una de ustedes, pero más con mi mujer, pues con ella será con quien tenga al hijo con el que más conviviré, pero eso no significa que mis otros hijos no sean importantes para mí, ni mucho menos ustedes, créanme que esto es algo raro que nunca creí que viviría...

Entonces unos brazos surgen detrás de mi asiento, los conozco bien puesto que fueron varias veces que ellos me envolvieron con su calidez y bondad que incluso llegaron (y lo siguen haciendo) hacer estremecerme, provocando un fuerte sentimiento de calidez en mi pecho. Seguido se escucha una voz suave que es de la dueña de los brazos que me envuelven.

—No tienes por qué disculparte, Jossie, ya sabes cómo somos las chicas de sensibles y dramáticas, además que nuestras hormonas están muy activas ahora, por lo que podemos llegar a ser crueles a veces.

—¿A veces? —Digo con un tono sarcástico. Una de sus manos se mueve hacia mi cabeza y me acaricia el cabello.

—Ya, tú tampoco seas cruel, solo tranquilízate y concéntrate en llevarnos seguras a nuestro destino ¿está bien?

Poco a poco sus caricias en mi cabello van surtiendo el efecto esperado, al grado de estar a punto de dormirme a cusa de la tranquilidad que me provoca la sensación de su cálida mano, solo un carraspeo de garganta en la parte trasera, a lado de la chica interrumpe mi sueño.

—No me gustaría interrumpirlos, pero les recuerdo que sus respectivas parejas están aquí.

—Si, además de que no puedes dormirte ahora que estás manejando, o de lo contrario es poco probable que lleguemos.

Sonrío un poco, tratando de calmar un poco los ánimos y dándole la razón a Andrea acerca de la situación de ella y las chicas.

—Esta bien, discúlpenme por haber sido tan insensible con ustedes, y les aseguro que nada se interpondrá en mi camino hacia ese hospital.

La pareja de Andrea se ríe sarcásticamente.

—Pues si hay algo que se interpone en el camino...

Dejo pasar ese comentario, pues comprendo que es resultado de los dolores y el estrés que hayamos caído justo en hora pico.

—Ya, dejen de molestar a Jossie —Andrea reprende a las chicas —Y perdón por comportarme así contigo —Dice dirigiéndose a mí —solo trataba de que te calmaras, pero solo logré que te metieras en problemas con nuestras parejas.

—No te preocupes, ya sabes que ellas nunca han logrado, por mas que las amemos, que tanto tu como yo nos comportemos de esa manera... tan intima

Me rio un poco y escucho un suspiro a mi lado.

—Es cierto, desde que nos conocimos en la vocacional siempre han sido tan unidos que hasta celos me dan.

—Cierto, cierto, pero aun así aquí estamos junto a estos locos, creo que eso nos convierte en peores que ellos.

—Nos aman, es por eso que están aquí —Respondo, seguido acaricio el rostro de mi esposa —Y les aseguro que, por lo menos de mi parte, adoro a la mujer que tengo a mi lado. Solo que Andrea y yo somos muy unidos después de las cosas que tuvimos que pasar, eso es todo.

El ambiente se calma después de esto, y después de mucho tiempo atrapados entre el mar de autos, llegamos al hospital. Dado que llamé previamente al hospital para avisar de nuestra llegada, somos recibidos por las enfermeras las cuales llevan con ellas 3 sillas de ruedas para las chicas. Voy a recepción y registro a cada una de ellas y finalmente voy a la sala de espera y me siento en un lugar que había disponible.

Según me explicó la doctora que las atendió en todo su embarazo, ellas aun no rompen fuente, así que es posible que, por ser madres primerizas, tarden unas horas en labor. Confío en ella, ya que la conozco del mismo tiempo que las chicas, por lo que sé qué hará lo posible para que cada uno de los bebés nazca saludable.

Como te habrás dado cuenta, solo he revelado el nombre de una de ellas, mientras que de mi esposa y la de ella aun son desconocidos, pero es porque el no decirlos en este momento tiene su razón, principalmente contar que, antes de conocerlas a ellas y enamorarme la que ahora es mi compañera de vida y madre de quien será legal y biológicamente mi hijo, lo hice de esa chica de pelo castaño y ojos color miel, que hacia estremecer a varios chicos —y chicas — de mi escuela prevocacional, y yo tuve la dicha de ser la persona con la que compartió muchos momentos que estarán vivos en mi memoria, pero también quien tuvo la desdicha de que, a pesar de amarla en ese tiempo, tuve que aguantarme el hecho de que ella, fuera de no corresponder mis sentimientos, no podía hacerlo al sentirse atraída solamente por personas de su mismo sexo. Aun así, eso no impidió que nos volviéramos tan cercanos y que al final, ella terminara llevando en su vientre a una parte de mí.

Esta es la historia de como un chico se enamoró de una lesbiana, tuvo que apoyarla en conquistar a alguien más y también como es que terminamos con las personas que amamos ahora.

Así es como Andrea y yo nos volvimos inseparables a pesar de los problemas que tuvimos que pasar para estar ahora plenamente felices juntos y separados a la vez.

Andrea y yo: una curiosa y extraña historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora