Podría decir que nunca fue mi intención, y claramente sería un punto a mi favor para poder venir a reclamarle a la vida esta estructura dura de mi corazón, pero eso de reclamar ya ha dejado de ser uno de mis ideales para querer mantener el control que claramente nunca pude conquistar. Pero no miento, no es como que si yo hubiera pretendido desde el amanecer ese día hacer una larga lista de actividades que me fueran empujando a la persecución innata e inconscientemente provocada de medio voltear la vista a ese punto catastrófico en donde me daría cuenta que había alguien existiendo tanto tiempo para mi inspiración y aspiración, y yo, no me había dado cuenta. Mejor hubiese sido así, así estuviera ahora dispuesta y predispuesta a reventarme el alma con cualquier otra alma cualquiera, pero fue así como lo quiso la cúspide de causalidades que fueron llevándome a él, porque no fue solo esa vez, el tiempo fue moviéndonos en un montón de encuentros fugaces que hicieron grabarnos las caretas, los apellidos un poco más que los nombres, y quizá por azares del destino el cruce de una cuanta otra palabra que hiciese pensarnos o más bien pensarme que había más que una fijeza mal envuelta. Porque el quizá ya lo habrá olvidado, y yo, quizá de vez en cuando lo recuerde, pero hubo un tiempo en que diario me daba la esperanza de que yo pudiese alcanzar a reflejarme en aquella pausada luz que habitaba en sus bellos ojos tristes. Pero fue solo una baga jugada de las extintas y breves esperanzas que murieron con el pesar y pasar del mal tiempo. Y es así como va uno aprendiendo, que el ayer es tanto imborrable e irrecuperable. Y por más que lo intente, yo más que dedicarle un manuscrito bien escrito tendré que, y sin ganas, deberle cada uno de mis fallos intentos de olvidarle con cualquier otro que se parezca un poco menos a él, y quizá con suerte de tanto intento e intento, rompiendo corazones lento, lento, un día ni me acuerde del color caribeño de su tez.