Valor intrínseco

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Lan Huan abre los ojos porque siente una mano acariciar su cabello y escucha la voz de su madre cantar una nana de cuando era más niño.

—¿Hmm? —la duda en su rostro interrumpe sus apapachos—. ¿Sucede algo, Huan-er? —toma las dos manos de Lan Huan entre las suyas y las aprieta con una expresión divertida. Luego, al no recibir una respuesta verbal, posó una mano sobre su mejilla y la comenzó a acariciar.

Su sonrisa era la misma con la que los recibía a él y a A-Zhan durante sus visitas mensuales, ni un ápice de resentimiento por su situación en su mirada. La caricia era tan cálida que no pudo evitar buscar más de su tacto, casi de manera instintiva.

¿Qué harás cuando ya no esté aquí, Huan-er?

Muy en contra de su voluntad, abrió los ojos para confirmar su cruel realidad. Que ahí, nuevamente solo en una cabaña rodeada por gencianas, Lan Huan se sentía más inconsolable que nunca.

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Cuando volvió a abrir los ojos, obligado a despertarse por la voz afuera de su cabaña, por suerte ya no sentía su rostro hinchado.

Se forzó a no pensar en el orgullo de su madre cuando, cada semana, monitoreaban el progreso de desarrollo de su núcleo dorado, y veían que aún a pesar de su género secundario, se convertiría en un excelente cultivador; uno de los mejores de su generación.

Dio un gran suspiro, se alisó sus ropajes, amarró su listón e intentó no parecer tan devastado, pues la emoción excesiva estaba prohibida, antes de ir a responder a quien fuera que estuviera esperándolo.

Deslizó la puerta, y al ver a su tío parado con una expresión confusa, dio una reverencia a modo de saludo.

—Tío, —alzó la vista, la expresión en su rostro carente incluso de su sonrisa amable— madre acaba de fallecer, requiero ayuda para proseguir con los rituales funerarios.

Los ojos de su tío se expandieron por la sorpresa. No le tenía nada de cariño a la mujer que desposó su hermano por culpa de sus crímenes contra la secta, pero tampoco podía odiarla cuando fue ella quien dio a luz a los dos sobrinos que Lan Qiren ayudaba a criar. Es por eso que después de un par de segundos de duda, decidió ayudar a su sobrino de la mejor ayuda que podría.

—Hablaré con los demás ancianos para que le permitan tener un funeral digno, —prometió, pues de otra manera los ancianos no permitirían que ella descansara en paz—. También enlistaré la ayuda de algunos discípulos para preparar los rituales. ¿Quieres que A-Zhan esté presente?

Ante sus palabras, Lan Huan se daba cuenta de más y más cosas. Con su padre en seclusión y su madre muerta, Lan Huan eventualmente sería el líder de la familia. Debería tomar responsabilidades desde temprano. Claro, eso si los ancianos no intentaban casarlo desde antes.

—A-Zhan merece poder decirle adiós a madre, —decidió al fin, su voz apenas audible.

Lan Qiren asintió con la cabeza, probablemente pensando en a quiénes pedirles que ayudaran. —Entonces yo me encargaré de eso. —dio un paso atrás y giró sólo un poco, como si realmente no quisiera irse todavía—. A-Huan... ¿todo bien? —su tono se suavizó, sus ojos se llenaron de simpatía. Y Lan Huan se dijo que eso era lo más cercano a consuelo que alguien tan propio como su tío ofrecería. El cariño que le profesaba un gesto tan pequeño casi hace que se le llenen los ojos de lágrimas. Pero ya tiene diez años, pronto va a recibir su espalda y su nombre de cortesía. Debe ser fuerte.

Es por eso que se forzó a asentir con la cabeza, y volver a entrar a la cabaña para intentar prepararse lo más que puede.

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La inocencia no dura para siempre [MDZS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora