Capítulo 2: "Reden"

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Generalmente las noches del viernes que tenía el día libre de horas de guardia, las pasaba en casa, tumbado en el viejo sofá dormitando con la T.V. transmitiendo programas a los que no prestaba atención. Lo único relevante de sus pocos días libres, era esperar la hora de la cena. Quizá no tenía nada de especial, sin embargo él se tomaba la "molestia" de meterse de lleno en la cocina, y preparar una cena medianamente aceptable para compartirla con su madre. Eran esos los únicos momentos en los que se sentía realmente cercano a ella.

No le importaba que su charla tenga tintes del trabajo, él había crecido rodeado de un mundo con olor a antiséptico, iluminando en recetas y jugando con estetoscopios. Él recordaba su infancia de ese modo, y no era desagradable verse envuelto en memorias poco comunes. Siempre fue feliz, su madre era estricta (y lo seguía siendo) pero todo el amor que recibía no tenía límites. Tanto como si eran ellos dos, o por fin se decidiera a darle el sí a su cardiólogo favorito y dejarse de ese juego de coqueteo que ellos han llevado por años.

Esta noche la esperaba con una nada ostentosa cena italiana, pasta y vino; un ligero postre de manzana y una copa de vino.

Lo que no esperaba esa noche es que Simone llegara junto a aquel interno que desde el día de su primera guardia no había abandonado su cabeza.

Su primera impresión de él había sido creer que lo extraño que era aquel sujeto era lo único extraordinario en su persona. Equivocado, terriblemente equivocado se vio al descubrir que los alardeos de su madre no eran en vano; la primer semana de prueba le confirmó que juzgar a primera vista era un fiasco. El interno Kaulitz era eficiente, dedicado y confiable. No que el chico ruso no lo fuera, pero había tenido la poca suerte de no coincidir mucho con él aquellos días.

Ahora frente a él estaba sentado en la sala de estar, charlando con su madre y se atrevía a decir que le estaba ignorando un poco.

Era eso o que quizá era él quien no le prestaba la atención suficiente por mirarlo de arriba abajo una y otra vez. Pero... No era su culpa, todo él era extraño, su forma tan única y peculiar de vestir, sus gestos e incluso el maquillaje que hacía resaltar sus facciones le distraían de poner en marcha todos los modales que le hubieran enseñado alguna vez.

-Tom definitivamente no quiere seguir mis pasos, él está completamente convencido de que quiere ser parte de los pupilos de Köblos en traumatología, no me molesta... Tanto, pero creo que si no es a mi lado se convertirá en un vago de lo peor.- Sí claro como era costumbre ahí estaban los reproches de su madre.-

-No creo que pierda el camino Doctora, simplemente es ocurre que no todos podemos gustar de las mismas cosas, yo estoy convencido de que si opta por otra especialidad, es porque es de su agrado y no se verá obligado a estar donde no quiere, piense de esta forma ¿Cuántos padres obligan a sus hijos a hacer lo que no les gusta y los vuelven infelices?

-...

Increíblemente su madre se había quedado sin palabras, siempre era el mismo reproche, siempre los comentarios incómodos con respecto a sus decisiones, jamás le había hablado alguien con tanta franqueza sobre él delante mismo de su madre, sin que fueran condescendientes a favor de Simone. Y ahora un desconocido, llegaba y abogaba a su favor sin siquiera saber nada de él. Y sorprendente era la facilidad con la que trataba a su madre, ella era una mujer seria y quizá algo fría, las únicas veces que él gozaba de su completa atención como algo más que su superior en el hospital eran aquellas, y verla sonreír con alguien más que no fuera él o el Doctor Gordon era algo digno de verse y guardarse en su memoria.

La cena, fue amena; más de lo que habría podido esperar. No sólo conoció el lado no profesional de Bill –como ahora lo llamaba- también que era un chico agradable.

Le gustaba.

(Claro, verlo durante una semana a hurtadillas en los vestuarios y contemplarlo a lo lejos demostraban aquello)

Lo había cautivado.

(No sólo era la parte física de ese extraño ente, era sin duda su cerebro y astucia)

Le atraía.

(No como las chicas/chicos de un bar en una noche de borrachera y sexo, como algo más que no se podía explicar)

No sabía si podía definir aquello, pero lo cierto es que así era. Durante la cena y en la sobremesa, no dejó de percibir que ambos parecían más interesados en lanzarse miradas que bajo ningún concepto eran simples y comunes, si su madre lo había notado o no, no podía saberlo. Probablemente sí, ya que decidió dejarlos solos en casa, y ella se había ido bajo el pretexto de analizar algunos casos acumulados en su oficina (que realmente la razón la sabía bien, iría a hablar por horas con Gordon).

Y ahora solos, frente a frente en la amplia mesa del comedor, el silencio retumbaba en sus oídos como un aliciente que le ponía los nervios de punta.

-No sé si estoy captando bien el mensaje, pero... ¿Vas a esperar más tiempo para besarme?

-¿Besarte?- ¿Cómo podía decirlo de una forma tan a la ligera? Con esa sonrisa ladina en su rostro y la mirada de un lobo. Claro que quería, sin embargo eran compañeros de trabajo, se verían diario y no sólo eso, no estaban en un bar ligando como era de esperarse. Estaban en su casa, con su madre en la oficina cerca de la sala.

-¿Lo he malinterpretado entonces? Creí que algún día de los anteriores en los descansos de las guardias harías algún movimiento, pero no estaba seguro de si realmente querrías o no, no pareces del tipo de chicos que... Bueno guste de otras cosas además de un par de encantos femeninos.

Tom tenía claro el mensaje, a Bill no le impostaría transgredir los límites impuestos hasta ahora, a él tampoco en realidad, sin embargo no sabía cómo debía actuar, no eran amigos, ni conocidos de una vez. Eran compañeros de trabajo, que podrían acabar mal. De algo le servían las experiencias de Georg en ello mezclar todo tipo de relaciones en un ambiente no era del todo bueno.

-No es que no quiera, o que lo malinterpretaras, pero... Trabajamos juntos...

-Creí que lo que te detenía era que tu madre estaba en casa, pero hoy no estamos trabajando, y podríamos salir a un mejor lugar para no estar incómodos "hablar un poco", y vamos una noche no puede cambiar tanto una relación laboral en la que no tenemos tiempo para congeniar más allá de un par de palabras.

Si tuviera que describir la escena, sin duda diría que parecían dos animales en esquinas contrarías preparando las astas para atacar en cualquier instante.

Miradas fijas.

Un acercamiento.

Ambos saliendo de aquella casa y besándose con furia en el pórtico de su casa.

Todo aquello pintaba para desastre, pero también para ser el aderezo perfecto a su monótona existencia, Bill podría ser una persona con encantos innatos, agraciado por los genes de quienes fueran sus padres, podría parecer incluso una figura angelical con todas las descripciones existentes.

Pero de algo estaba seguro, Bill era sin duda la chispa de aventura que le faltaba. Si corrían a un bar o a un hotel no importaba, el final de esa noche antes cotidiana en la vida de Tom sería distinto.


Paredes blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora