Sin Arrepentimientos

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Estaba cansado de sufrir, esperando respuestas a mensajes que no parecían llegar nunca. Así que, en un impulso, decidió llevar su corazón tan herido como sus piernas, fuera de su apartamento para ir a ver a su vecino de abajo.


Tuvo que usar el ascensor, ya que aún no podía caminar sin usar una muleta para apoyarse, pero eso no le impediría aclarar sus sentimientos con el comisario Volkov.


Debían de ser las 3 A.M, pero estaba cegado por el miedo y el dolor de casi haber muerto hace unos días. Quería dejar de temblar, dejar de tener tanto temor y de sentir que pudo haber muerto sin aclarar sus sentimientos.


Cuando se detuvo frente a la puerta se acobardó de repente. ¿Qué estaba haciendo? Probablemente el comisario estuviera dormido o simplemente le diera igual lo que pasara con un simple compañero de trabajo. Apretó los dientes, conteniendo sus emociones y logró tomar el valor para tocar el timbre con dedos temblorosos, antes de que volviera cobardemente a su piso. No quería seguir sintiendo esa horrible sensación de soledad y la muerte pisándole los talones.


Dejó su peso en la muleta que llevaba y rodeo su cuerpo con el brazo libre, tratando de darse un poco de confort.


Pensaba que tendría que irse, al no escuchar respuesta, pero al cabo de unos minutos escuchó ruidos dentro del piso.


—¿Quién es? —preguntó Volkov al cabo de unos segundos con voz rasposa.


Miro la mirilla de la puerta, suponiendo que debía de poder verlo quien era por ahí, pero aun así respondió.


—Es Horacio —respondió en un susurro, sin considerar que podría no haberle escuchado.


Aun así, la puerta se abrió poco después de su respuesta.


—¿Qué hace aquí Horacio? —cuestionó mirando su muleta y luego a sus piernas con el ceño fruncido. Noto de reojo como dejaba una pistola en la mesa de la entrada.


El comisario parecía estar bastante despierto, únicamente estaba algo más desarreglado de lo normal, con varios botones de su camisa desabrochados y el cabello húmedo y despeinado. No parecía sorprendido por sus implícitas heridas, incluso pudo notar un pequeño signo de preocupación en su rostro cuando miro sus piernas. Probablemente le debían de haber informado sobre lo que pasó.


—L-le envié varios mensajes hace unos días... —Se trabó con las palabras, sin saber que decir ahora que lo tenía de frente—. Únicamente quería hablar con usted.


Volkov le miro con duda, pero para sorpresa de Horacio, se apartó de la puerta invitándolo a entrar.


Siguió al comisario cuando entro al piso y no dudo en aceptar su ademán de que se sentara, dejando la muleta a un lado.


—¿Quiere beber algo? —ofreció señalando una botella de vodka que probablemente estuviera bebiendo antes de su aparición.

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