Los Cabal Y Sus Modales...

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No voy a mentir, apenas me acuerdo de cómo fue la caída. Ni de cuánto duró… Solo recuerdo cómo el terror corría por mis venas a medida que íbamos perdiendo altura. Una sensación que se hacía incluso más desagradable si tenemos en cuenta que no veía nada más allá de la bola de fuego que me rodeaba. Es en estos momentos en los que uno agradecería ser un quiebrasoles… De todas formas, por muy desagradable que fuese, estaba muy lejos de parecerse mínimamente a lo que estaba por venir…

    En fin, el caso es que, pasado un rato, no se cuánto, mi espectro me resucitó. Ojalá hubiera sabido que esa sería la última vez que mi espectro me resucitaría…

           

            No sabía cuánto tiempo había estado muerto cuando finalmente desperté, pero no debía ser demasiado, pues la tormenta aún continuaba.

    —¡Corre! ¡Levanta!— Exclamó mi espectro— ¡Detecto cosechadoras acercándose a gran velocidad!.

    No sabía qué hacer, así que actué casi por instinto. Primero, traté de invocar el colibrí, pero no había señal alguna, así que opté por la medida más clásica: correr.

    —¡Ya te vale! ¡podrías haberme resucitado antes!

    —¡He hecho lo que he podido con esta lluvia! ¡encima no te quejes!— Un rayo calló a mi lado— ¡Joder! ¡que me da algo!— Exclamé tras recuperar el equilibrio.

    No se si fueron 5 minutos, media hora… ¿Qué más da? Cada metro que avanzábamos era una pequeña posibilidad de despistar a las cosechadoras. De hecho, lo habríamos conseguido de no ser por una luz que emergió de mi cuerpo

           —¿Pero qué…? ¡No puedo moverme. Ajjjjjj!— Exclamé. Notaba un enorme mareo.

    —¿Espectro? ¿estás ahí…?— Al principio no recibí respuesta, así que empecé a preocuparme cada vez más. 

            —¿Esp… espectro… ? ¿qué está… pasándome…?— Cada vez me costaba más hablar…

Una bola metálica se materializó delante de mí y calló violentamente contra el suelo, así que me dejé caer de rodillas teniendo lo peor… 

            —No… no puede ser… no…espectro…— Acto seguido, perdí el conocimiento.

    Lo que encontré al despertar es difícil de explicar. Cuando recobré el conocimiento, me encontraba maniatado a unas tablas de madera, desnudo y sin fuerzas. No sabía qué había pasado. Y, de hecho, recuerdo que estuve sin saberlo más tiempo del que me habría gustado.

Al fondo, se encontraban unos cuantos cabal riendo y bebiendo sin parar… pensé que se trataba de una escuadra que celebraba algo. 

    —¡Eh!, la princesita ha despertado— Dijo un cabal entre trago y trago de un líquido morado y espeso bastante desagradable.

    —Vamos a jugar un rato con él— sugirió otro de ellosmientras se acercaban. Era el más grande, así que supuse que era el líder, pero no importa. Ya no.

    —Primero habrá que aflojarle las cadenas para soltarlo, ¿no creéis?— El cabal rió.— Déjame ver… ¿así bien?— Un grito sordo salió de entre mis labios. El desgraciado me apretó tanto la cadena que me amputó ambas manos como si fueran de mantequilla, dejándome caer sobre un charco de lodo que se encontraba justo debajo.

    —Y… y mi espectro… ¡DONDE ESTÁ!— Grité levantando la cabeza del suelo y tratando de ponerme de rodillas.

    —Calla.— Uno de ellos, no sabría decir cual, me pegó una patada en la cara que me tiró de nuevo al charco.— El que hace las preguntas aquí soy yo— Se rieron todos— ¿Y bien? ¿a qué te gusta jugar?— me susurró mientras acercaba su horrenda cabeza a mi mugriento cuerpo.

    —No… no lo…— Balbuceé

    —Pobre chico— Me interrumpió otro— No le salen las palabras— Rieron…— Habrá que ayudarle a hablar con unos pequeños empujoncitos…

    ¿Sabes? nunca fui un gran amante de las armas. Siempre había preferido evitar las peleas a toda costa. La gran mayoría de las veces trataba de solucionar los conflictos pacíficamente. Mediante diálogo. De hecho, mi espectro se burlaba llamándome hechicero… Sin embargo, al ser un guardián (y encima titán), me gustase o no, la violencia era parte de mi lenguaje… De mi cultura. 

    Pero incluso en esas ocasiones en las que las palabras no eran suficientes y daba paso un conflicto más… Sangriento, siempre me había mantenido reacio al uso de las armas, especialmente de fuego.

    Tsk… Nunca he entendido por qué la gente prefiere usar rifles, fusiles o lo que sea en lugar del arma más efectivas que puede haber en cortas distancias: Los puños no se atascan, los puños no se encasquillan, los puños no se rompen (los míos no), los puños no se quedan sin munición… 

    Lo que realmente se podría considerar un problema es tratar de convencer (evidentemente con la diplomacia característica de los asaltantes) a un grupo de señores muy enfadados para que dejen sus armas y dar pie, así, a una, mucho más entretenida, batalla a puñetazos.

    Pero bueno, ya era todo un profesional en o que me gusta llamar “el arte de romper cervicales lo más lento posible”, ¡técnica que me ayudó en incontables ocasiones…!.

    Quién lo diría, ¿verdad?. Que utilizarían justo esa misma técnica contra mí… 

    Después de los “empujoncitos” que muy amablemente iban acompañados de carcajadas y escupitajos de libaciones no demasiado agradables, debo decir que no pude sentir sino que me lo merecía. Aún a día de hoy soy incapaz de recordar a cuánta gente habré apalizado hasta casi matarlos… Ahora era mi turno de ponerme en el lado contrario: al otro lado del puño.

    —Por favor…— La voz de mi espectro sonó vagamente en el bolsillo de uno de ellos.             — Ya basta…— Rieron.

    —¿Qué pasa?, lucecita.— lo sacaron para que me observara impotente — ¿No le vas a ayudar?— El cabal bebió— Ah, claro, ¡que no tienes luz!

    Siguiendo el patrón de esta escuadra de borrachos, ahora les tocaba reírse del comentario de su compañero. Sin embargo, aunque sí se oyeron carcajadas, no fueron suyas. Fueron mías. Notaba como la cordura huía lentamente de mi boca en forma de una agónica risa. La más sonora y enloquecida carcajada que oí jamás.

    —Ajjj—exclamó uno de ellos— ¡haced que se calle!.— Acto seguido, otro decidió que me sobraba un ojo. Me lo arrancó y lo reventó delante de mí.

            —Así aprenderás a mantener la boca cerrada— dictaminó el mismo que concluyó que no merecía tener ambos ojos. 

    —¡INÚTILES! JAJAJA. ¡AÚN ME QUEDA EL OTRO! JAJAJAJAJJA— grité. 

    Fue entonces cuando uno de ellos, el peor, cogió a mi espectro.

    —Ahora yo soy tu espectro. Yo decido si vives o mueres.— por encima de mis carcajadas se escuchó el crepitar de la carcasa de mi espectro en sus gigantes y casonas garras. Dejé de reír. Por un momento, creí que estaba muerto. Ojalá hubiera sido así. 

Desde entonces, no he dejado de repetir esa escena en mis pesadillas. Una y otra vez… 

    —¿Qué hacemos ahora con él?— Preguntó uno de ellos. 

    —Arrojadlo por el barranco, ya es tarde.— Propuso cortantemente el más grande.— Ghoul reclama a sus tropas cuanto antes en el buque insignia. El cónsul nos dará un discurso.

    —Voy, esperadme en la nave. 

    Según la leyenda, Una vez me arrojaron, me levanté y, en honor a mi espectro, que en paz descanse, provoqué una masacre como venganza. Pero la realidad rara vez tiene finales felices. Y este no era uno de ellos. 

    No se como, sobreviví a la caída y ahí, aplastado contra el suelo, destrozado y moribundo solo podía oír una palabra en mi cabeza. Una palabra que se repetía constantemente con la metálica voz del que siempre fue mi único amigo y espectro: Venganza.

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⏰ Última actualización: Aug 02, 2020 ⏰

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