Scandiacus Nival

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¡No puede ser! ¿Qué hace ella aquí? Y el tonto de Tomas no puede con la borrachera que carga. Esta sacando algo del archivador, ¡el libro! Se lleva el libro que le transcribió. Yo sabia que en esa mujer no se podía confiar, pero nadie me hace caso cuando hablo. ¡Ah! Pero mañana apenas mi esposo se despierte, la voy a delatar.

Tomas y yo solíamos ser muy felices. A él le encantan las aves, es ornitólogo, de hecho, nuestro cuarto está lleno de fotografías de aves pegadas en las paredes; sobre todo de búhos. Llevo tanto viviendo con él que he aprendido todo lo que él sabe de las especies aéreas y sus formas de vida.

Cuando él y yo nos casamos, compró un búho Scandiacus nival. Lo odié. Se despertaba en las noches a hacer sonidos extraños y golpear la ventana, no me dejaba dormir. Yo hice de todo para deshacerme del pájaro sin que se diera cuenta, pero nada funcionó.

Una mañana cualquiera, el ave amaneció enfermo y estuvo en agonía casi una semana. Tomas ni me prestaba atención por estar pendiente de ese pajarraco.

Un día aproveché una salida suya para abrir la ventana con la esperanza de que la nival huyera; pero no lo hizo, su agonía era tal que no movía las alas.

Frente a mí habitación había un árbol de nueces. Tomé el ave con una mano y me subí a la ventana con la otra. Estiré el brazo tratando de dejar al pajarraco en una rama del árbol.

Estaba a punto de lograrlo cuando entró Tomas a la habitación. Yo me asusté tanto que me solté de la ventana y caí de aquel segundo piso.

Mi esposo bajo corriendo y me cargo entre sus brazos, dormí como tres días.

Desde aquel accidente la relación con mi esposo se volvió monótona. Solo me mira y ya, nunca me dice nada, aunque intente hacerle conversa. Tampoco volví a ver al ave. Aunque no solo ocurrieron cosas malas aquel día, mi flexibilidad mejoró mucho, por ejemplo, mejoró tanto que; puedo hacer giros con mi cabeza de hasta 270°, y mi audición, así como, mi visión, se refinaron un 100%, puedo ver y oír cosas a largas distancias.

Es frecuente ver a Tomas borracho y deprimido, perder aquel búho le afectó mas de lo que pensé. Aunque le he pedido muchas veces perdón por lo del pajarraco, no me lo ha concedido, incluso dejó de confiar en mí. No volvió a hacerme el amor, ni a prepararme los platillos que solíamos comer; ahora todo es ensalada y, de vez en cuando, algo de carne que quien sabe de qué animal será, aunque le queda exquisita.

Yo tenía que seguir con mi vida y eso hice. Comencé a salir más en las noches, a nutrir mi sabiduría y perfeccioné mis movimientos sutiles, siempre estoy vestida con traje de pluma, imponente y elegante.

Desde hace unos meses atrás a mi esposo le nació el encanto por escribir y en una de sus borracheras me dijo que estaba viviendo algo loco y que lo quería contar.

Así fue como llegó esa ladrona a nuestras vidas. Maria era una escritora frustrada que tuvo que aceptar el trabajo de transcriptora para no morir de hambre.

Justo ayer, habían acabado el libro y comenzaron a tomar para celebrar. Tomas se emborrachó, quedó inconsciente de tanto beber.

Yo, que estuve toda la noche despierta, estoy aquí conteniendo el sueño que me ataca siempre durante el día para decirle que su ayudante, se robó el libro.

Es mediodía... tengo sueño. Ya despertó. Tomas, Tomas... Ahí viene, ¿qué quieres Blanca? Eso es, ya vio cómo la mujer le dejó el escritorio. Está buscando la novela. No la encuentra, ¡qué alegría! Se da cuenta. Lo ves, te lo dije, yo te dije Tomas que esa mujer no era de confiar. Ya cállate maldita pajarraca. Espera ¿Cómo me llamaste? Pajarraca, así te llamé, nunca debí conservarte, mi esposa murió por tu culpa.

Está loco, definitivamente lo está. Eso, eso... mejor que corra a buscar a su transcriptora protegida. ¡Que imbécil! Dejo caer una hoja en la puerta, ¿Qué será? A ver... título de la novela "Ella reencarnó en un búho Scandiacus". ¡Que título tan raro! No entiendo a ese hombre. Quizás jamás lo voy a entender. 

Scandiacus NivalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora