Capitulo 2 "Chocolate, chocolate"

299 22 8
                                    

— Como dirían en Los Juegos del Hambre si fuera una competición de baile... ¡Qué el ritmo esté siempre de vuestra parte!

Apretaba fuertemente la mano de Clyde mientras este, con la otra mano, abría la página en la que serían anunciados los finalistas en unos minutos.

— Naty, me estás cortando la circulación en la mano -dijo Clyde tranquilamente sin mirarme.

En el mes que habíamos pasado como pareja de baile había descubierto muchas cosas interesantes de Clyde. Tenía una ropa tan cutre porque era de segunda mano y alguna era de la caridad de la Iglesia, su madre era soltera y adoraba a Clyde, eso lo descubrí cuando fui a su casa una tarde. 

Pero lo que más admiraba de Clyde, sin lugar a dudas, eran sus nervios de acero, no, de titanio. No encontré nada que pudiera perturbarle y hacerle perder la calma, y según él, no había nada.

— Lo siento -dije apartando la mano.

— No quería que la quitaras, solo que aflojaras el agarre -dijo sonriendo y volviendo a coger mi mano.

Miraba fijamente la pantalla. Sus feas gafas estaban a un lado de mi escritorio y se escuchaba a los demás chicos vociferar sus apuestas en mi salón.

— Vete con ellos a ver el partido si quieres -dije, pero Clyde tenía su mirada azul fija en la pantalla.

— ¡Naty! ¡Ya están los finalistas! ¡Somos finalistas! -exclamó contento.

Grité de emoción y me tiré encima de él tirándolo al suelo.

— ¡Corred chicos! ¡Hay que salvar a Clyde! ¡Naty lo va ha violar! -gritó Dan entrando en mi habitación.

— ¡Idiota! ¡Somos finalistas! -grité levantándome del suelo y saltando encima de él.

— Creía que iba a violar a Clyde, no a ti, Dan -dijo Sam divertido entrando en la habitación- Pero he escuchado su grito, voy a darle la buena noticia a los demás.

Sam se fue y Dan lo siguió.

Clyde me miraba con una sonrisa desde el suelo, tenía los brazos detrás de la cabeza y me miraba con un ojo entrecerrado por la luz que entraba en la habitación desde la ventana. Su cabello negro estaba un poco despeinado.

De repente si que se me antojó violable.

— ¿Por qué me miras así? -preguntó alzando una ceja.

— ¿Cómo te miro?

— Como si fuera chocolate -rió.

Se reía porque yo tenía una grave e incurable obsesión con el chocolate.

— O tal vez como si quisieras embadurnarme de chocolate -dijo con una sonrisa pervertida.

Oh joder, ¿por qué me lo imaginé?

Salí de mi cuarto dando un portazo y me dirigí hacia el baño. Que calentón más tonto.

— ¡Eh, Naty! ¿A dónde vas? -me preguntó Sean cuando pasaba por el salón, todos se me quedaron mirando.

— A por chocolate.

Clyde entró riendo en el salón y se sentó en el suelo con algunos de los chicos mientras todos nos miraban con una ceja alzada.

Tan solo una semana después estábamos todos en Las Vegas.

— Bienvenidos a Las Vegas -dijo una chica asiática vestida con la ropa tradicional de Japón.

— Konichiwa -dije.

— A mi ni se te ocurra hablarme en japonés, zorra, que soy tan estadounidense como tu -dijo fulminándome con la mirada.

Empecé a boquear como un pez y los chicos estallaron en carcajadas mientras me arrastraban hacia las puertas del hotel-casino.

Bailarines de todas partes del país iban de un lado a otro con sus maletas y mis ojos se fijaron inmediatamente en una chica rodeada de chicos, al igual que yo.

Sus ojos azules se encontraron con los míos y ella se echó su pelo rubio hacia atrás.

— Vaya diva -rió Clyde.

— Yo he visto bailar a esa diva -gruñí.

— Natasha, querida prima -dijo acercándose a mí.

— Tatiana -gruñí.

Tatiana paseó su mirada por mis compañeros y sonrió de lado.

— Sigues rodeándote de fracasados, y así solo puedes fracasar -dijo clavando su mirada en Clyde.

— No te adelantes a los acontecimientos, prima, puede que te sorprendan -dije clavando mi mirada en su nuca mientras ella se daba la vuelta y se iba.

— ¿De verdad que es tu prima? -preguntó Sam alzando una ceja.

Pero no lo escuché porque yo ya estaba maldiciendola de camino a mi habitación.

— ¡Maldita zorra rusa! 

Clyde me miraba aterrado cuando entré en su habitación con una maleta y, Dan y Carl detrás mía.

— Lo siento, Clyde, pero me temo que tendremos que someterte a un cambio de imagen -dije clavando en él mi furiosa mirada.

Como siempre, Clyde permaneció imperturbable después de su momento de terror.

— Siempre y cuando no me dejes como a Sam -dijo sonriendo de lado.

Sam se quejó desde su cama. Él no tenía la culpa de sufrir calvicie adelantada...

Senté a Clyde en su cama y le cubrí los hombros con un trapo para que los pelos no se metieran dentro de su camiseta.

Dan y Carl abrieron la maleta y mientras Dan revisaba la ropa, Carl se puso a mi lado con diversos utensilios de peluquería.

— Tijeras -Carl me dió las tijeras- Peine... Pulverizador con agua... Regaliz -le di un mordisco al regaliz que Carl sujetaba para mí- Tijeras de trasquilar...

Estuve casi una hora pelando y recortando la espesa mata de pelo negro que Clyde tenía sobre la cabeza.

Cuando acabé lo mandé a darse una ducha, tapando los espejos para que aún no pudiera verse, y mientras escondí sus gafas y en su lugar puse unas lentillas que yo misma le había comprado.

Cuando Clyde salió del baño con solo una toalla sujeta débilmente a sus caderas casi tiro todo lo que llevaba en mis manos.

— No me mires así, no me dejastéis ahí dentro ropa para ponerme -me dijo alzando una ceja.

Chocolate, chocolate, chocolate.

Dan tosió y le pasó la ropa a Clyde.

— Corre antes de que te viole -dijo bromeando, pero Clyde se lo tomó enserio y entró rápidamente al baño de nuevo.

— ¿Por qué tengo el presentimiento de que quieres chocolate? -preguntó Sam con una sonrisa ladina.

Oh Dios, escuchó nuestra conversación.

Entrecerré mis ojos hacia él y Clyde volvió a salir del baño, mucho más favorecido con la ropa de Dan.

— Vuelve a sentarte en la cama -le dije.

— Yo que tú no me acercaría a la cama o a un minibar -le dijo Sam estallando en carcajadas.

Rodando los ojos, Clyde le ignoró y se sentó en la cama, delante de mí.

Enchufé el secador y le sequé el pelo, le peiné y llamé a Carl para que destapara el espejo de cuerpo entero que estaba en la habitación.

Clyde se quedó con los ojos abiertos como platos mirándose en el espejo.

— ¿Soy yo? -me preguntó.

— Juro por el chocolate que eres tú.

Al ladito os dejo a Clyde, el violable Wade Poezyn

BounceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora