Un labial para la ocasión

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Sabes, yo me veo mejor de maquillaje, quien cojones te dijo que el polvo blanco podría lucirse en esa horrenda cara tuya, y ese labial morado solo le luce a tu hermana. Acaso no piensas que ella se podría poner furiosa si sabes que te pones colores tan rimbombantes. Quizás cambiaria de opinión y seria nuestro secreto, solo si me dedicas una sonrisa. venga que no es tan difícil, aunque con esa cara frigia que te cargas.
Tu me conoces mejor que nadie, no estoy obligada ha decir tales estupideces ¿por qué? Por qué es lo que te quiero decir a la cara. Vamos ríete de una maldita vez, carcome mis labios y machácalos con ese labial que te sienta tan mal, haz de tu lengua una pasión insufrible, una colérica bruma que me absorba y me haga arrancar las sabanas donde estas postrado. Quiero sentir como mi piel se tersa por esa voz que enfría mis oídos cuando me susurras te amo. quiero que tu taquicardia me pertenezca y me arrulle mientras gimo del cansancio, y que mañana vallamos al parque a contar las margaritas mientras  te beso manchando tu cara de la nata del helado que se que compraras para mí. Quiero ir a una noria tan grande como la de un hámster y sentarme a rodar junto a tus pies, quisiera quemar todo el papeleo de mi oficina y irme a nadar contigo. Sin ese maquillaje en tu cara, sin ese esmoquin de pingüino que te hace ver como un intento frustrado de camarlengo. Levántate y vamos a nadar y si te vas más profundo llévame contigo, llévame donde no pueda sentir mis lagrimas correr por mi rostro. Ahógame tu mismo o tómame de la mano. No me dejes tener otra pesadilla en la que desapareces, no seas egoísta. No me hagas ver como la villana, como la hipócrita como la egoísta como la cerda que ha estado comiendo frituras en la despensa del hospital y se desvela todas las noches buscando calor en esta mano, aquella que consuela que ríe que mira, que no sé si será tan siquiera comparable con el dolor de ave maría que siente tu madre, que sienten las madres. Y que por ahí voy yo.
No es gracioso ver que tu rostro ahora parece demencial, o la demente que perdió la lucidez abre sido yo, estribos encerrados tras una tapa de nogal que me separa de tu cuerpo. De permanecer a tu lado hasta que la promesa que le hiciste el anillo se desmorone. Y la gema de diamante no brille más que el ónix de tus ojos.  dime que esto que siento en mi garganta no te haga descansar en paz aquí. no ya no será así, no quiero permanecer un día mas en la exacerbación de las enfermeras que gritan al manejar esa caja que marca los últimos pasos de nuestra vida juntos. Estar sentada mirando la lampara que alumbra tu pecho y que da la luz que necesito. Sentir que nada es derecho y que no puedo respirar. Estamos perdiendo segundos y  me estoy perdiendo lentamente, lentamente lo que me hace ser yo por que soy tu, por que el día que la luz roja se encendió y sangro el espadrapo que sostenía tus pensamientos mis manos se dirigieron a mi cabeza y no la han soltado. Puedes tu salvarme, ¿puedes apartar esas lágrimas de otras mujeres y darme un pedazo de tu corazón para que me pueda volver a acurrucar en él? Para que las pisadas en este suelo de ébano plantado de figuras oscuras desaparezcan, ya que nos fundiremos en un mismo sueño, en una misma tierra, en un mismo charco de fango debajo de un árbol.
A lo mejor no estoy tan maquillada como tú, seguro lusco lo suficientemente bien para acompañarte a las puertas de un nuevo comienzo. Donde no tendré que ver la inconciencia del frio metal en tus vertebras y el desliz del acetato en las radiografías.
Podremos ir más allá de aquel paraje que no te permitió volver con ellos o conmigo, tranquilo que yo te daré uno por uno sus mensajes, pero no transmitiré ninguna oración, mejor amor mío reza, reza para que yo también me muera, y yo rezare que pueda despertar en aquella cama desnuda junto a ti y ver tus pies tus dedos regordetes sobresaliendo al final de la sabana. Y grabar de nuevo el mañana con las ansias de permanecer junto a ti. Y el sonido de las cinco cuerdas de la guitarra, el sonido de las cinco campanadas y el sonido de aquellos que fueron tus últimos cinco días de gracia.

Historias de vinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora