Advertencias: Violencia física. Humillación. Intimidación. Deshumanización. Manipulación.
Me reí mientras escribía.
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Por el enorme ventanal ingresaba la luz de la luna; la pálida y fría luz iluminando la habitación, las sombras de los objetos difuminándose y perdiéndose con el resto de la oscuridad del lugar. Los muebles, tan comunes, se veían intimidantes; las figuras talladas en ellos, sus relieves, todo parecía deformarse en figuras amenazantes y desconocidas.
En esa habitación no sentía frío o calor, no había viento, pero estaba temblando y sus manos estaban heladas. Su espalda estaba recta, sus manos sobre la mesa, cerca de los cubiertos. Su mirada estaba fija al platillo frente suyo; la comida se veía exquisita, el olor encantador, pero aun así no tenía hambre.
Su estómago se revolvía, los ácidos destrozándola desde dentro. Su corazón latía con violencia, lanzando adrenalina por todo su cuerpo. Sus labios sellados le ayudaban a no hiperventilar, pero el sudor frío caía por sus sienes, su cola manteniéndose a su lado inmóvil.
Levantó los hombros al escuchar el suave golpe del metal contra la cerámica; un sonido sutil que se escuchó estruendoso en la silenciosa habitación. Levantó la mirada, viendo al otro lado de la pequeña mesa circular, en el centro estaba la botella de champán y un adorno de mesa con un par de flores.
Al otro lado, a un metro apenas de ella, estaba el Dios. Con movimientos memorizados cortaba la comida, el chocar de los cubiertos y el plato la hacía respingar. Cerca tenía la copa, llena de alcohol. La postura relajada la ponía nerviosa, esa cena la ponía nerviosa, esa escena la ponía nerviosa. La falsedad, la actuación, todo, la tenía mal.
—¿Por qué no comes? —. La pregunta la hizo bajar el rostro, mirando de nuevo la comida. —Te gusta el pescado, ¿no? —.
La bruja apretó los dientes y no miró a otro lado que no fuera el platillo; era cierto, le gustaba el pescado, uno de sus favoritos de toda la vida. Un platillo como el que tenía frente suyo era un lujo que no se daba, que no se podía dar de ninguna manera, en cualquier otra ocasión habría engullido la comida, ahora sólo sentía la garganta cerrada.
Al no obtener respuesta, el Dios dejó los cubiertos sobre su plato sin acabar. Bebió un poco, la espuma del champán y su agridulce sabor aferrándose a su paladar unos segundos, dejó la copa y se retiró la servilleta de las piernas, doblándola y dejándola a un lado del plato. Se levantó y se acercó a su acompañante, pasos lentos y el tacón resonando en la habitación.
Chlomaki apretó los puños sobre la mesa, intentó ocultar como temblaban sus manos al cerrar los puños, pero no lo logró. Su respiración comenzó a acelerarse, su vista seguía en la comida, pero sus orejas se movían ante cada paso que daba el Dios. Al final la distancia entre ellos desapareció, el varón colocándose a un lado de la bruja.
Se inclinó cerca de ella, Chlomaki mordiéndose la lengua para no dejar salir un quejido aterrado. Vio las manos de Fumus tomar los cubiertos de plata y comenzar a cortar, el suave golpeteo de los cubiertos y la cerámica.
El verlo sostener cuchillos le erizaba la piel, en su memoria regresando tantos malos recuerdos, uno cada vez peor que el otro. Aun cuando el utensilio no contaba con el suficiente filo, Chlomaki sentía la hoja invisible moverse por su piel; cortándola con tanta facilidad como el pescado frente suyo. El Dios dejó el cuchillo a un lado, en su correspondiente puesto, ignorando que los aceites ensuciaran el blanco mantel. Levantó el tenedor, donde estaba el trozo que cortó con cuidado, y se lo acercó a la bruja.
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Gato de casa
FanfictionEl lugar de una mascota es siempre junto a su amo. Advertencias: *Violencia física. *Humillación. *Intimidación. *Deshumanización. *Manipulación.