La guerra

685 37 10
                                    

Cuando la primera bomba explotó a varios metros de un compañero de  galpón, me di cuenta de que todo era peor de lo que había imaginado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando la primera bomba explotó a varios metros de un compañero de galpón, me di cuenta de que todo era peor de lo que había imaginado. Cuando me enlistaron creí que sería más fácil y menos sangriento y fue todo lo contrario.

─Mierda─ dije agachándome y tapándome los oídos. La presión de lo que ocurría me hizo rememorar el momento en donde había comprado un hermoso y delicado anillo para mi novia, ahora prometida, a la cual luego de cuatro años de relación iba a proponerle matrimonio. Yo, Shawn Mendes siempre pensé en que mi familia sería con mi mujer, dos niños, un perro y una pecera. No pedía nada más y estaba más que seguro que cuando me arrodillara frente a Samanta, ella diría que ─sí─ en menos de un santiamén.

Era la típica estampa navideña con abrigos grandes, olor a conservas y frutas confitadas y un pavo en la mesa a medio comer. Un leve olor a leche con chocolate y villancicos de fondo.

Y así fue, todo fue de manera sorpresiva en la última cena de navidad, antes de que emprendiera a mis últimas clases militares. Antes de comenzar a cenar, me puse de pie haciendo un brindis y luego, muy educadamente, dejando atónitos a todos, empecé a pedirle matrimonio a mi chica. Mis suegros me felicitaron, mi madre lloraba, mi bisabuelo dijo que yo era todo un hombre.

Yo asentí estrechado ya su ya arrugada mano.

Mi propio padre me había ayudado con lo del anillo pues siendo yo su hijo único debía acolitarme. Pero no acabó allí, como mi padre me había ayudado a obtener el anillo, decidí cumplir uno de los sueños que él no pudo hacer cuando tuvo mi edad, pues tenía la cadera un poco desviada, por eso que fue el #32 en la lista de enlistados de su ciudad. Era más por capricho de mi padre que por gusto propio. No era muy bueno con la violencia, pero ¿Qué podría malir sal?

Me fui alegre, joven, con ganas de aprender sobre cómo ser un militante de guerra y luchar por su país, y ahora que estaba allí, solo deseaba volver a casa, atar nudos sueltos, freír papas con salchichas y ver Netflix acostado en la comodidad de mi casa.

Los jefes de su escuadrón nos habían preparado muy bien para todo tipo de condiciones. A veces interrumpían nuestro sueño pasada la media noche, nos hacían desnudar y arrastrarnos hasta el campo en donde nos ponían a correr mientras nos bañaban de agua helada. Mi cuerpo, blanco, largo y formado, se arrastraba como una maldita lagartija por el fango arenoso preparado con anterioridad. Sabía que no debía respirar con la cabeza muy gacha, ya que sería muy incómodo tener lodo dentro de la nariz, y también teníamos que levantar un poco las caderas mientras nos arrastrábamos para evitar lastimarnos los genitales. Cuando acabó aquello nos hicieron parar en una larga fila y nos rociaron con agua, luego de eso podíamos volver a las habitaciones a dormir.

Si alguien tenía un resfriado al día siguiente sería castigado.

Otras de las cosas para prepararnos fueron las veces en donde nos hacían arrastrarnos por la tierra y disparar un objetivo a lejos, o nos vendaban los ojos y nos metían a un campo con huecos, y al tratar de salir, sin vista, muchos caían a los huecos o como mínimo se llevaban un susto de muerte.

Sin embargo, también nos habían enseñado valores patrióticos y manejo de armas y granadas. Así mismo, a lavar ropa, a cocinar y a tener la cama. La disciplina era la firma de ello.

Sin embargo nada me había preparado para lo que estaba viviendo.

Vi como la granada le golpeaba el hombro a uno de mis compañeros y luego algo de chispas y humo que hacía que su cuerpo se partiera en pedazos y un horrible olor a sangre y carne nos bañaba a quienes estábamos cerca. Luego todo se ponía en cámara lenta y un pitido horrible que hacía doler la cabeza comenzaba a sonar. El campo estaba mojado y lleno de trincheras, alambres y lodos. Había muchísimo ruido, más del soportable, luego de un tiempo lo único que podía escuchar era un zumbido y de se veía uno que otro caballo al fondo y los enemigos "Falcon" ganaban terreno.

SECUESTRO MILITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora