Spellcaster

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Park Jinyoung sabía perfectamente que lo que estaba a punto de hacer estaba mal.

Le daba la sensación de que el silencio a su alrededor se volvía cada vez más asfixiante, más acusador. Le parecía que cada libro de aquella enorme biblioteca lo juzgaba desde su estantería. Las miradas de los animales disecados, antes con ojos tristes, victimados, ahora parecían reprenderlo por su osadía. Todo en aquel lugar parecía acusarlo por su atrevimiento, pero aun así, Jinyoung no se dejó llevar por ese efecto de su consciencia y solo siguió buscando entre los estantes.

La biblioteca de su padre, severa y silenciosa, se sentía peligrosa en ese momento. Sabía que no debía estar ahí, no tenía permitido hacerlo. Desde pequeño se lo dijeron, su padre había sido más que claro al respecto, sin embargo, Jinyoung estaba desesperado, harto, cansado.

Su mano se deslizó por los lomos de los gruesos grimorios. Podía sentir la magia en los sellos de aquellos libros, pero no había problema con eso, sabía desencantar esos hechizos de seguridad. Porque sí, a pesar de lo que su padre decía de él, Jinyoung sabía usar su magia, sabía hacer hechizos y, aun si algunos todavía le salían mal, eso no lo convertía en un completo inútil como su padre solía hacerlo parecer. Se detuvo en un grimorio que parecía adecuado a su nivel. Lo extrajo con cuidado, sintiendo como el libro parecía vibrar en su mano. Los ojos de Jinyoung brillaron al sostener el grueso tomo, la cubierta de cuero verde se sentía viva contra su piel, poderosa y amable. Allí estaban los hechizos que necesitaba, no los juegos de niños que le enseñaban en la academia, ni las cosas inútiles que su padre insistía en hacerle practicar. Esos eran hechizos de verdad, y con ellos le demostraría a todos que él ya era un hechicero digno.





Todo había comenzado esa misma mañana, cuando, después de fallar en sus evaluaciones mensuales, su padre lo había vuelto a reprender. Jinyoung sabía que había estado mal. Tenía sueño y estaba distraído. Los hechizos que su profesor le había indicado no habían hecho otra cosa que fallar en su mayoría. Su profesor había sido comprensivo, solo era una actividad mensual después de todo, pero su padre no admitía ese tipo de fallos, más cuando se suponía que ya estaba en su último año de preparación. Según el señor Park, él “no estaba ni remotamente listo para convertirse en hechicero” y eso había hecho que la sangre de Jinyoung hirviera y saliera de su despacho tirando la puerta. La decisión ya estaba tomada en su mente: haría algo que le demostrara a su padre que podía dominar hechizos avanzados para su nivel y el viejo tendría que cerrar el pico y dejarlo ser.

Por eso ahora abandonaba la biblioteca de su padre, sosteniendo el grimorio contra su pecho, apresurado. Podía sentir la magia contra su camisa, rumiando su poder dentro del sello que lo contenía. No quería que nadie lo viera, ni su familia, ni tampoco alguna persona del servicio que, a cada rato, recorrían los silenciosos pasillos de la mansión de los Park. Así que se devolvió por los corredores, casi trotando, con pasos amplios y nerviosos, rumbo a su habitación. La oscuridad y tranquilidad de la noche lo ayudaron a cumplir su cometido, aun así, solo pudo respirar pausadamente cuando estuvo en su cuarto, la puerta cerrada tras su espalda y su pecho latiendo agitado con emoción y nerviosismo.

En sus veintidós años de vida, Jinyoung nunca había podido poner sus manos en uno de los grimorios de su padre. Siempre había sido educado con severidad, siempre el típico “cuando estés listo podrás usarlos”, incluso si los estándares de su padre parecían inalcanzables. Siempre había estado mirando de lejos. Pero ahora era su momento de demostrar que sí estaba listo para el reconocimiento de su familia.

Sin dudarlo, se lanzó a su escritorio, colocando el libro sobre éste luego de apartar sus papeles y cuadernos. Las luces mágicas de su habitación se encendieron a toda potencia en el instante en que su cuerpo tocó la silla. Abrió los botones superiores de su camisa y corrió su cabello hacia atrás, listo para enfocarse en lo que estaba a punto de hacer. Estiró su cuello y sus manos antes de comenzar. El grimorio frente a él parecía esperarlo, invitarlo, y, a pesar de su leve temor, estaba más que dispuesto a aceptar. Se concentró brevemente y, después de un par de intentos, pudo deshacer el sello, sonriendo al ver como la cubierta se abría, el olor a savia y páginas viejas no tardó en inundar su olfato, haciéndolo sentir una emoción visceral. Para él, un hechicero, un grimorio representaba un tesoro, una fuente de vida, los secretos que cada uno contenía eran invaluables y ahora él también tenía acceso a toda esa sabiduría. En ese momento supo por qué su padre guardaba celosamente sus grimorios. Allí estaba todo el saber recolectado por su familia durante años y años, siglos de tradición, de magia. Su familia era una de las más antiguas y prestigiosas, la riqueza que poseían, más que material, estaba conformada por toda esa erudición. Se sintió bien poder sentirla por primera vez en su corta vida.

Spellcaster  O.S [JJProject]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora