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Cuenta la leyenda que, un aristócrata japonés llamado Hata no Irogu, practicaba con su arco y flecha y, en un lanzamiento, acertó perfectamente en su blanco, que era un mochi (galleta de arroz). Inmediatamente, la galleta se transformó en un bellísimo Tsuru (ave de plumaje blanco símbolo de la eterna juventud y la felicidad) y salió volando. Irogu lo siguió hasta lo alto de una montaña, en ese instante se produjo un fenómeno mágico, de las plumas de la criatura encantada se formó una extensa y exuberante plantación de arroz.
Irogu interpretó esto como un mensaje divino y en ese lugar construyó un santuario llamado Inari, dedicado a Inari Ōkami, venerado como el dios de la agricultura y del arroz, alimento básico de Japón y vital para la vida de todos. Creció la popularidad de esta historia, así como la del dios en todo Japón. Algunos dicen que el nombre Inari ("transportador de arroz") nació de esta historia.
