1. Tinta Blanca.

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Pasada la temporada de lluvia, los pueblerinos del Este de Meldrovia aprovecharon el primer día soleado en semanas para romper la rutina. Algunos optaron por pasearse por el pueblo, saludando a sus vecinos o haciendo las compras debidas, mientras que otros simplemente se sentaron en sus terrazas y disfrutaron del té de la tarde bajo los cálidos rayos de sol.

A unos kilómetros de allí, una joven no hacia ni una cosa ni la otra. Plantada en un banquillo frente al espejo sobre su comoda, la chica se observaba meticulosamente el rostro. Tal era su atención que ni notó el buen tiempo que se asomaba por su ventana.

"Inaudito" pensó. De muy mala gana se puso de pie, el asiento cayó al piso estrepitosamente, pero ella no le prestó atención y bajo las escaleras.

La mansión en la que vivían era modesta... o al menos tan modesta como podía ser una mansión. La madera de Teca rojiza se erguía sobre el pasto del terreno dando forma a la vivienda a cuatro aguas de 2 niveles. A pesar de los años, las tormentas y uno que otro incidente, ella yacía fuerte sobre sus pilotis. Pintada de blanco con balaustres azules y tejas a combinación.

Al detenerse bajo el arco que daba al estudio, la chica no tuvo que buscar mucho para encontrarle. Allí, sentado en su mesa de dibujo, rodeado de lápices, borras de mil tamaños y cientos de papeles, estaba El Ilustrador.

-Mis cejas son diferentes,- informó dando zancadas largas hasta quedar parada junto a él.- La derecha esta mas arqueada que la izquierda ¿Cómo pudo cometer un error así?

El hombre, acostumbrado a estos berrinches, ni si quieras levantó la mirada del boceto que estaba trazando. Un prado de flores silvestres cobraba vida bajo la punta de su lápiz. Había estado en aquel lugar, si tenía tiempo podrían visitarlo juntos.

-No es un error.- contestó tranquilo.

-¿Lo hizo a propósito?- ahora sí que estaba enojada.- ¿Cuál es su problema? ¡Arréglelo ahora mismo!

-Conoces las reglas, – enunció él, como tantas veces lo había hecho,- la tinta no se borra.

- Pues debió dibujarme con más cuidado ¡Estoy llena de defectos!

-Tus defectos te vuelven real.

A estas palabras, la chica tomó una lenta y profunda respiración. Apretó los puños con fuerza, sin dar importancia a la forma en que sus uñas se les clavaban en las palmas.

-Señor, por favor míreme.- pidió ella.

El hombre puso su lápiz a un lado de la hoja, y la observó.

Piel dorada y oscuro pelo ondulado. Nariz fina entre pómulos altos, cubiertos por una delicada nube de pecas. Ojos negros almendrados, acentuados por abundantes pestañas. Sobre ellos estaba el foco de las quejas de hoy. Sus cejas, de arco suave, eran largas y crecían organizadas enmarcando su mirada de inicio a fin.

Tal vez ella creía que eran distintas porque, inconscientemente, llevaba una alzada casi todo el tiempo, dando así la ilusión de ser mas arqueada que la otra.

- Mis defectos me vuelven fea.- declaró, el cólera ya había empezado a ponerle las mejillas rojas.

-Crayola - pronunció el nombre con amor y paciencia... mucha, mucha paciencia,- por milésima vez, eres hermosa.

A esto, la chica cortó los ojos y se cruzó de brazos.

-¿Bajo cuáles estándares se basa para decir eso?- preguntó.

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⏰ Última actualización: Aug 09, 2020 ⏰

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