I
La brisa en mi pelo, ese olor a césped recién cortado y el sonido contoneante de los cencerros de las vacas que paseaban por la ladera son algunas de las cosas que más recuerdo. Ese frescor en aquellas tardes inolvidablemente eternas, cuando podías respirar sin preocuparte demasiado por la pureza del aire pues, quisieses o no, era el más puro que jamás haya existido.
— ¡Vamos, Mary! Hay que darle de comer al ganado. — Dijo con una gran sonrisa.
Mi madre, ¿Quién si no? La alegría más grande de cada mañana era escuchar su dulce voz repitiéndome lo mismo. Incluso con solo seis años como tenia podía aprender mucho y muy rápido. Quizá porque yo era muy inteligente o, lo que es más probable, que mi madre fuese muy buena profesora. Me inclino más por lo segundo.
Me encantaba imaginar que asistía a sus clases de mayores y aprendía cosas que me servirían para toda la vida, podía pasarme la tarde entera así.
De camino al granero, me entretenía mirando las flores, olisqueando su aroma único y viéndolas mecerse con el viento. Es como si aún siguiese allí. Puedo revivirlo con solo decirlo.
— ¿Te gusta esa flor? — Me preguntó mi madre mientras se agachaba conmigo.
— Sí, es muy bonita y huele muy bien.
Me dispuse a arrancarla como solía hacer cuando paseaba por el campo y hacer algo con ella, pero mi madre me detuvo. Recordaré sus palabras por el resto de mi vida.
— Espera un segundo, no la arranques.
— ¿Por qué, mamá? Quiero hacer una coronita de flores como esta.
— Porque si la cortas dejará de ocupar su lugar en la naturaleza. Mira allí. — Me dijo mientras señalaba una pradera cubierta de girasoles. — ¿Ves todos esos girasoles? Parece que se han puesto de acuerdo para mirar hacia el mismo lugar, como si pudiesen hablar entre ellos o tuviesen algún tipo de plan "malévolo" — Dijo haciéndome cosquillas en la barriga.
Quién pudiese recuperar esa felicidad que da la infancia junto a tu madre, algo único e irrepetible. No hay amor más grande e incondicional que el de una buena madre.
— Pues, si tu cortases uno de ellos — Continuó diciendo. — esta bella vista se eclipsaría por un pequeño hueco entre ellos. Todos y cada uno de ellos cuentan para poder formar este precioso paisaje. Todos mirando hacia la misma dirección y unidos. Lo que quiero decir, Mary, es que, si cortas ahora esa flor porque te gusta su olor, te estarás perdiendo el gran espectáculo que tiene reservada para luego. Ahora que viene el otoño, todo este campo se llenará de flores de todos los tipos. ¿No te gustaría verlo? — Terminó mirándome con una grandísima sonrisa.
— ¡Sí! ¡Quiero verlo, mami! ¡Quiero verlo! — Me ilusioné muchísimo pensando en cómo sería ese gran prado lleno de flores de todos los colores imaginables.
— Vamos al establo. — Dijo mientras me abrazaba y levantaba.
Un cielo azul como ese no se puede olvidar nunca. El cantar de los pájaros y el caer de las hojas.
Mi madre entró como cada mañana en el establo y me llevó con ella. Teníamos vacas, ovejas, dos caballos y una yegua. Esta era mi preferida, podría haberme pasado el día entero abrazándola y alimentándola. Lo más adorable que llegué a ver.
Cuando atardecía, siempre iba a dar un paseo por todos los alrededores, aunque es muy curioso el hecho de que nunca me perdí. Conocía aquel lugar como la palma de mi mano. Y, además, tenía mi "paraíso encantado", el lugar al que iba cuando me encontraba mal o simplemente quería imaginar que estaba en otros mundos. Menos mal que no llegué a imaginar algo como lo que ahora ocurre.
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Lo Que Nos Pasó - PostFrank
Ciencia FicciónAño 2170. Por alguna razón el mundo es un completo caos. No hay recuerdos específicos, nada. Todo gira en torno a la supervivencia y el día a día de un mundo que va a la deriva regido por magnates los cuales no dan la cara. Diferentes personas con...