Quejas y Cumplidos

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—¿Por qué eres tan jodidamente atractivo?

Austria se congeló, con la taza de té a medio camino de sus labios. Lentamente la bajó de vuelta al platillo y se volvió a mirar a Prusia, quien estaba echado en el otro lado del sofá. No parecía que lo que hubiera dicho fuera sólo un desliz, ya que el otro país estaba mirándolo expectante, como si esperara que Austria se disculpara por verse bien, prometiera que trataría de verse lo más feo posible y que no pasaría otra vez. Austria dejó con cuidado su taza de té con el platillo en la mesa de centro enfrente de él y levantó una ceja.

—¿Crees que soy atractivo? —preguntó desconcertado.

—No —espetó Prusia. Se detuvo y pensó por un momento, en el cual pareció darse cuenta de que sus afirmaciones se contradecían—. Sí —se corrigió, pero en el mismo tono de voz—. No me malentiendas, no me siento atraído por ti —agregó—. Es solo que, ya sabes —se encogió de hombros—, lo noté y... —levantó un dedo índice acusatorio que apuntó a la cara de Austria— ¡Me molesta!

Austria miró el dedo que estaba a unos cuantos centímetros de sus anteojos por un momento antes de sujetar la mano de su acompañante para apartarla de su vista y entonces fijarse en la cara del otro. Su cerebro estaba teniendo problemas para formular una frase que tuviera sentido. Se preguntó si se había quedado dormido y que toda esta conversación estaba teniendo lugar en su subconsciente, pero de inmediato rechazó la idea. Ni siquiera un sueño podía ser tan irreal.

—¿Hay alguna razón por la cual estés saliendo con esto ahora? —preguntó débilmente

—¿Acaso habrá un mejor momento para hacerlo? —replicó Prusia levantando una pálida ceja. Tenía un punto. No importa cuando Prusia eligiera sacar este tema en particular; siempre seguiría pareciendo extraño.

—Está bien —dijo Austria tratando de poner toda la sanidad que le fue posible en esas dos palabras—. Entonces, exactamente qué es... quiero decir qué.... ¿qué? —se rindió en su intento de ser coherente y levantó sus brazos en un gesto de desesperación. Prusia dejó escapar un largo y exasperado suspiro y sacudió su cabeza con lástima al ver que Austria no parecía entender inmediatamente el problema.

—Eres apuesto —explicó lentamente con un anormal tono de paciencia de su parte, lo que decía que de verdad estaba tratando de ser paciente—. Guapo, Atractivo, Un niño bonito ¿Me sigues?

Austria quería hacer una mueca por ser tratado como un idiota, realmente quería hacerlo, pero terminó sonrojándose. Levantó su taza de té y tomó un trago del calmante líquido para evitar la mirada de Prusia, que parecía más intensa de lo usual.

—Erm. ¿Gracias? —respondió.

—No te estoy haciendo cumplidos, tonto —resopló Prusia, como si la mera idea de ello fuera absurda—. Me estoy quejando de ti

Austria se arriesgó a mirar a su cara. Toda la paciencia de Prusia se había agotado y parecía bastante irritado de que el otro país no lo entendiera. Tomando otro sorbo de su té, Austria repentinamente deseó que hubiera alcohol en él. Preferiblemente un licor muy fuerte. Y mucho. Tal vez si se embriagaba lo suficiente, las palabras de Prusia empezarían a tener sentido.

—Mira —Prusia se movió hacia Austria en el otro lado del sofá, y este rápidamente bajó su té a la mesa de centro tratando de apartarlo del rango destructivo de Prusia. No sería la primera vez en la que ha tenido que pagarle a Alemania por loza rota, quien no se sorprendía por el comportamiento de su hermano, pero incluso su furia no le había enseñado a Prusia a prestar atención a las cosas que le rodean. Resultó que había hecho lo correcto, porque de la nada Prusia sujetó sus dos manos y las acercó a él —¡Míralas!

Quejas y Cumplidos - Hetalia [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora