Las chachorritas

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—¡Jajajajajaja! Así que las encerraron por destrucción de propiedad privada ¡Esto es genial! —Reía Zdradra mientras exhalaba una prominente nube de humo en la cara de Stan, quien le dedicó una mirada fulminante— ¿Que? Aquí no estamos dentro de la casa, puedo fumar tanto como quiera.

—Podrías dejar de lanzarme el humo en la cara, además fumar dentro de un auto es peligroso.

—¿Que pena no? ¡Jajajajaja!

Stan decidió no replicar, siempre supo que su vida sería corta y demostrar su molestia haría que Zdradra lo fastidiara aún más, al fin y al cabo, ella amaba la desgracia ajena, por algo lo estaba acompañando a buscar a sus compañeras cautivas, no es que le interesara su bienestar, solo quería burlarse de ellas por haber sido castigadas por leyes humanas.

El hombre estacionó su auto rojo en la calle y bajó de él. Los rayos del sol iluminaron su impoluto traje blanco de galán que siempre usaba y que le quedaba tan bien, destacaba su fornida anatomía y le otorgaba un aire sofisticado, como el que todo conquistador debía tener, cosa absolutamente necesaria si quería sobrevivir al infierno de chicas que tenía en casa.

Zdradra salió del auto, sonreía de forma cínica mientras tiraba su cigarro usado al suelo sin consideración, lástima que aquello fuera la ciudad y no hubiera posibilidad de causar un incendio, seguro sería entretenido. Se estiró perezosamente y tomó su actitud de chica ruda y despreocupada que resaltaba gracias a sus perforaciones y sus guanteletes negros, algunas personas se la quedaron mirando sorprendidas, Zdradra destacaba a donde quiera que iba ¿Pero cómo no llamaría la atención una chica de pelo blanco, ojos rojos, cola y cuernos? Aunque era lo mismo con todas las integrantes del harem.

Cerró de un portazo el auto sabiendo que eso siempre fastidiaba a Stan, el golpear mucho la puerta terminaría estropeándola en algún momento, pero eso no le importaba realmente, además, con lo que ganaba el hombre en sus negocios ilícitos seguro le daba para arreglar una puerta o dos. Levantó la vista hacia el edificio que tenían al frente y frunció el ceño.

—Oye Stan, creo que te equivocaste de dirección.

—Es la dirección correcta —dijo con su expresión pétrea entrando a la construcción.

—Pero esta es la perrera municipal.

—Exacto

Dentro del edificio se podían escuchar los ladridos de los cientos de perros que tenían encerrados esperando por su destino, aunque eso no parecía molestar a ninguno de los que estaban presentes. Stan dirigió su mirada hacia la recepcionista y sonrió confiado, era una mujer menuda de aspecto sencillo, con su amplia experiencia podía notar que era algo insegura y vergonzosa, esto haría las cosas más sencillas.

—Buen día señorita.

—Buenos días —contestó amablemente la recepcionista.

—Por supuesto que serán buenos si he tenido la gracia de verla.

La muchacha se sintió algo aturdida ante aquel comentario galante pero trató de mantener todo su profesionalismo.

—E- En qué puedo ayudarlo.

—Mi nombre Stan y recibí una llamada de que tenían a mis chachorritas aquí. -Dijo pasando su tarjeta de identificación mientras le dedicaba una sonrisa galante tan dulce que la chica tuvo que apartar la vista y concentrarse en su computadora.

Zdradra contemplaba la escena con algo de molestia, estaba acostumbrada a las idioteces que Stan hacía para obtener favores de las mujeres, la verdad traían bastantes beneficios, pero no por eso eran menos incómodas, a veces tenía que contenerse para no destrozar a las idiotas que Stan seducía, pero lograba calmarse al pensar que no era nada serio, él era suyo... Y de las demás chicas del harem, su alma les pertenecía.

Hell Taker: El poder de los panquequesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora