Capítulo 20

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Jodida Lisa Manoban. Jodida una, y otra, y otra vez. Sabía desde el primer momento que no había estado bien buscarla, que no había estado bien encontrarla. Estaba en una constante pelea consigo misma: quería odiar a Lisa pero no era capaz de hacerlo.

Su corazón se rompió en el momento en el que vió a la pelinegra besar a otra chica. Lágrimas brotando sin darle un momento de procesar lo que acababa de ver.

Sus cicatrices hervían y Jennie deseaba poder arrancarlas y que no le pertenecieran a Lisa también. No le iba a dar el placer a la menor de verla así, ¿No era suficiente ya? Con lágrimas aún corriendo, decidió marcharse, sin nada más qué hacer ahí.

Tomó sus maletas y salió despavorida de ahí.

Aún le quedaban algunos billetes, así que decidió tomar un taxi hasta su casa. Ya podía escuchar a sus padres castigarla y a Tiffany mirarla con decepción. ¿Qué debía hacer, entonces? Si la vida de Tiffany constaba en decirle que no se diera por vencida con su alma gemela.

Le hizo la parada al primer taxi que vio pasar y le pidió, con un montón de lágrimas en su rostro, que por favor la llevara a casa. No sabía qué tan en la mierda se veía, pero a juzgar por el rostro del taxista al verla, sí estaba muy jodida.

Pasaron quince minutos antes de que la chica pudiese llegar a su hogar. Con cuidado, el taxista ayudó a bajar ambas maletas y Jennie le pagó con los últimos billetes que albergaban en su bolso. Susurró un gracias y una sonrisa leve iluminó un poco su rostro. El taxista desapareció por la calle y Jennie se dio la vuelta hacia su casa. Al ver dos habitaciones encendidas, suspiró. Caminó hasta la puerta principal y tomó sus llaves del bolso, introduciendolas para poder abrir la dichosa puerta de caoba que sus padres habían comprado un poco antes de que se fuera a la Universidad. Al abrir la puerta, asomó la vista, sin lograr ver nada más que el corredor principal. Con algo de prisa, metió sus maletas dentro del lugar y las dejó a un lado de la mesita donde cada miembro de la familia colocaba sus llaves.

Pequeños pasitos apurados llamaron su atención desde lo más alto de las escaleras. El pequeño pomeranian color café bajaba casi volando. Jennie sonrió al verle.

—¡Kuma! —le saludó, abriendo ambos brazos. El pequeño perro prácticamente se lanzó hacia ella al verle. Suavemente lamió su rostro demostrándole lo mucho que le había extrañado.

Jennie lo apretó tiernamente y sonreía mientras que el pequeño se movía frenéticamente en los brazos de la pelirrosa.

—¿Tiffany? —escuchó la voz de su madre. Su sonrisa se disipó al instante y bajó al piso al pequeño pomeranian.

—No, soy Jennie. —dijo, acercándose a la mayor.

—¡Jennie, pequeña! ¿Pensé que habías dicho que no volverías hasta el fin de mes...? —dijo, abrazándole.

—Me dieron un descanso. —uno muy largo.

—¿Cómo has estado, cariño? No nos has enviado nada en algunas semanas.

—Estuve muy ocupada con los proyectos finales.

—¿Tan rápido? ¡Ya quiero enterarme qué has hecho!

—Compuse una canción. —sonrió levemente.

—¡Oh, cielo! ¿Tendrás alguna presentación o algo así? ¡Tengo que decirle a tu padre que habrá que volar hasta allá contigo! —dijo, limpiándose las manos con un pañuelo antes de dirigirse a algún otro lugar del primer piso.

Jennie por fin pudo respirar, su pecho ardía un poco y, al ver la emoción de su madre, se sentía todavía peor.

—¿Madre? —la voz de su hermana mayor la sacó de sus pensamientos, el pequeño Kyma bajaba de nuevo las escaleras junto a ella. Tiffany abrió los ojos como platos en cuanto vió a la castaña— ¡Jendeukie! —gritó, emocionada, teniendo la misma reacción que algunos minutos antes había tenido el pomeranian, prácticamente se lanzó hacia los brazos de su hermana.

Scars - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora