Untitled Part 1

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Eran tiempos difíciles, tiempos de enfermedades, conflictos, hambre y fallecimientos, tiempos en que el mundo de los humanos se encontraba en letargo, pero a pesar de ello todavía existían fuerzas activas y diligentes. Una protesta pacífica se había alzado en un lugar público, cientos de personas estaban presentes para anunciar su disconformidad. El por qué se había convocado la protesta no es relevante para esta historia, pues toda protesta al final exige lo mismo, el respeto hacia los derechos y la dignidad de los participantes. Uno podría suponer que tales actos son tanto un derecho como un deber, pero las fuerzas del orden y el control parecen ignorar esa simple verdad lógica. Como si se hubiera quebrantado una ley jamás escrita, las fuerzas policiales ejercieron su poder y discreción jurídica sobre los pacíficos protestantes. La protesta pacífica se convirtió en un mar de miedo y violencia sin sentido. La mayoría de los manifestantes escaparon, otros fueron arrestados después de recibir una golpiza innecesaria, ninguno de los dos casos fue el de la desafortunada víctima. Como máximo acto de crueldad y opresión, un policía colocó un cañón de bombas lacrimógenas en el pecho de un adolescente y disparó, matándolo con un arma, que se supone, no debería ser letal. Con un descarado desprecio a la vida que acababa de extinguir e insultando la inteligencia de todo aquel que escuchara esta historia, declaró que el homicidio fue un accidente y responsabilizó a la víctima de su fatal destino, creyendo que no recibiría penitencia alguna.

Aquellos policías regresaron a su comisaria y atiborraron sus celdas con varias docenas de personas inocentes, y algunas de ellas, requiriendo una atención médica que jamás recibirían en aquel lugar de falsa justicia. El jefe de policía estaba sentado es su oficina, haciendo el papeleo de los arrestos de esa protesta, pero cuando pensó que se había desocupado, un extraño visitante se apareció al otro lado de su escritorio, vistiendo ropas oscuras, corbata de bolo con una piedra roja, capa azul marina, y una maléfica y sonriente máscara blanca con tres ojos.

--¡Saludos! Capitán del orden y el control, es un placer conocerlo en su fortaleza de justicia-- dijo el espectral enmascarado con cortesía y cinismo, dándole al capitán un susto por su repentina aparición.

--¿Quién eres y que es lo que quieres?-- preguntó el jefe con apatía.

--Buenas preguntas mi autoritario amigo, soy un comodín en este juego de azar y estrategia que llamamos vida, y en este momento hago el papel de un abogado, y estoy aquí para exigir la pronta liberación de los arrestados en la protesta de esta mañana y la sanción de los oficiales que participaron en la redada-- dijo el extraño encapuchado con cortesía y calma y una voz que parecía escucharse en todas direcciones.

Al anunciar sus demandas, tanto el capitán como los oficiales cercanos a la oficina, se burlaron con descaro de las exigencias del visitante.

--¿Y con qué autoridad lo exiges?-- preguntó el jefe recuperando su seriedad.

--Con la mía propia supongo, carezco de un símbolo que me otorgue autoridad jurídica, como sus placas y uniformes, sin embargo no los necesito para observar las injusticias imperdonables que se cometieron en esta mañana a manos de sus subordinados-- explicó el espectral abogado.

--¿Acaso quiere que lo arresten también?-- pregunto el capitán con retórica.

--¿Bajo qué cargos exactamente? Los que están encerrados ahora supuestamente lo están por alteración de orden, pero una protesta pacífica no es alterar el orden, es un derecho constitucional, sin mencionar que a muchos de ellos no se les leyeron sus derechos y se usó un exceso de fuerza, tanto así que hubo una muerte de un menor de edad, y decir la verdad tampoco es un delito, así que quienes están rompiendo la ley no soy yo ni los protestantes, son ustedes-- explicó el sombrío extraño con total calma.

Justicia SombríaWhere stories live. Discover now