Touch It

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Viernes.

07: 37 p.m.

"Gire a la derecha y avance 300 metros en línea recta" 

Amy siguió las indicaciones de aquella voz electrónica mientras una combinación de adrenalina con nerviosismo se remolinaba en su interior y aquellos sentimientos no hacían más que hacerle sentir que haber aceptado la invitación de su amigo azabache había sido un error.

Sospechó de su interés cuando una semana atrás, llegó a su trabajo un enorme arreglo floral acompañado de una pequeña nota donde este erizo la felicitaba por su cumpleaños y argumentaba querer verla; sinceramente no ayudaba mucho que el mismo sujeto la dejara plantada en diferentes ocasiones desde hace casi un año, ello hacía que parte de su intranquilidad fuera que la situación se volviera a repetir. A pesar de todo, no podía negarse a su petición pues las ganas de verlo eran grandes.

Después de casi cuarenta minutos de carretera, el GPS le indicó que había llegado a su destino. Estacionó el vehículo y comenzó a hiperventilar: estaba en los límites de Sunset City, en un pintoresco restaurante llamado "Little Planet", el mismo lugar en el que tuvo su primer encuentro con Sonic un par de años atrás. No pudo evitar sentirse mal al pensar en su novio, pues horas atrás tuvo que inventarle una excusa convincente para que suspendiera la típica visita de los viernes a su casa. Odiaba mentirle, pero era necesario: por una desconocida y extraña razón, él y su mejor amigo se odiaban a muerte. Había sido sólo una vez la que habían estado frente a frente y cinco minutos a solas fueron suficientes para que terminaran enfrascados en una pelea donde ambos se llevaron sus buenos golpes. Jamás comprendió el motivo que los había llevado a comportarse así, pero lo que más le dolió después de ese encuentro —además de que Sonic desaprobara su amistad— fue el hecho de que Shadow se volvió con ella aún más serio y silencioso de lo que ya era.

Dejando de lado sus pensamientos, Amy encendió la pequeña lámpara del techo y se miró el espejo retrovisor para eliminar inexistentes manchas de rímel y labial, después acomodó sus cortas y lisas púas. Bajó del auto y colocó el seguro, acomodó su sencillo y corto vestido negro, el cual contrastaba con su largo abrigo color blanco. Mientas se encaminó a la entrada, rogó al cielo que esta vez su encuentro fuera diferente.

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Al abrir la puerta una campanilla hizo anuncio de su llegada. Eran pocas las personas que se encontraban en el establecimiento, pero entre ellas no lo divisó a él.

Aun así, Amy avanzó entre las mesas y se ubicó en una de las más retiradas de la entrada, cerca de la chimenea; el lugar mantenía ese toque casual, pero a la vez elegante que ella recordaba. Un simpático felino se acercó con la intención de ofrecerle la carta, pero la rechazó amablemente, argumentando que esperaba a alguien. El joven asintió y se retiró.

Mientras hacía tiempo, se perdió en los destellos del pequeño candelabro de cristal que colgaba del centro del techo.

Sus pensamientos se dirigieron al individuo que esperaba.

Recordó aquellas veces que lo veía de visita en su casa cuando era niña y viceversa: al ser vecinos, sus madres se frecuentaban bastante; también lo veía jugar solitariamente en la calle o en la escuela primaria a la que ambos asistían. A pesar de la diferencia de edades, sus madres los animaron a juntarse y aunque al principio él se mostró renuente a su compañía, la insistencia que ella mostró terminó haciendo que la aceptara. Con el pasar de los años, en su adolescencia, la cercanía y complicidad que tenían, provocaron que ella terminara enamorada de él y siendo tan directa y extrovertida, le confesó sus sentimientos. En aquel entonces Shadow se limitó a afirmar que aquel sentir claramente era el de un amor platónico y en parte ella le daba razón: aquello había comenzado como una atracción por su apariencia física, pero también estaba interesada en conocer su belleza espiritual. Estaba segura de que bajo esa actitud seria y a veces arrogante se encontraba un ser lleno de luz y amor; después del sutil rechazo, ella se dedicó a amarlo en silencio... pero lo que hubiera dado por que él abriera su corazón y la dejara habitar ahí. Con el paso del tiempo aquellos sentimientos fueron a la par con el anhelo de una entrega física: soñaba con que él tomara con delicadeza sus manos, la rodeara en un cálido y fuerte abrazo, posara sus labios sobre los suyos y comenzaran aquella delicada y sensual danza que sólo los amantes sabían ejecutar...

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