"Cuándo bailas, puedes disfrutar el lujo de ser tú mismo".
—Paulo Coelho.
Las gotas de sudor resbalaban por su frente. El cansancio que sentía le era un pesar grande, podía sentir sus músculos adoloridos de tanto repetir la misma rutina. Para él, no había hecho nada mal, mantuvo la postura correcta, dió los pasos exactos, y giró de manera delicada para no perder el equilibro. Su único desperfecto fue retrasarse en un solo paso, un error que no pensó fuera muy notorio y que incluso, no tomó en cuenta.
—Una vez más, desde el principio. —Ordenó su madre haciendo que su hermano tocara nuevamente la melodía que bailaría.— Sin equivocaciones esta vez.
Sabía de primera mano, que si no lograba complacerla, no tendría descanso alguno, ella le haría continuar practicando hasta agotarse totalmente, agregando como castigo, lecciones extras a su rutina diaria.
Recordó amargamente el porque bailaba. Su familia era adinerada, y con clase, una familia de esnobs por así llamarles. Su hermano mayor salió músico, él enredaba las notas musicales entre las pautas con gran habilidad, sin contar la ejecución perfecta al momento de plasmarlo con sonidos e intrumentos.
Pensó que si iba a dedicarse a algo, sería a un trabajo que amara, tal y como el mayor le demostraba día a día con la piezas que tocaba. O eso creyó hasta el debut de él.Lev Haiba es lo que él llamaría un arruina hogares. Su progenitora quedó encantada al instante con el bailar del jóven, a pesar de tener a penas doce años, bailaba como todo un profesional. Seguía sin problemas la canción que le tocaba, no importaba que su papel fuera uno secundario, extrañamente había logrado llevarse toda la atención.
Así pues, lo que él pensó debió ser por gusto, terminó siendo una obligación, el leve capricho que su madre había agarrado, con tal de que su hijo fuera igual o superior a aquel bailarín que vió en la obra de El Cascanueces, se fue haciendo más intenso cada vez.
Los aplausos de sus sanguíneos le sacaron de sus pensamientos. Había quedado estático aproximádamente por cinco minutos después de terminar perfectamente la rutina.
Relajó el cuerpo lentamente, sus palpitantes pies adoloridos, le exigieron sentarse, acción que realizó con cierta dificultad; la mirada de empatía por parte de su hermano se le hizo algo odiosa. Si tan solo se hubiera negado desde el primer momento, no estaría en esa situación.—Con esto, seguro que logras firmar en el teatro Mariinski. —El mayor se acercó con una sonrisa plasmada en el rostro.— Mamá estará feliz si lo consigues.
—No estudié en Vagánova. Y ni siquiera vivímos en Rusia. —Bajó la mirada enfocándose en quitar los Pointe Shoes, para luego poder retirar el vendaje de las puntas.— Está esperando demasiado de mí.
—Ella... va a mudarse contigo, a San Patersburgo. —Confesó sin poder ocultar la alegría en su voz.— Deberías comenzar a empacar, ya arruiné su sorpresa para esta tarde pero, sería mejor para tí que te prepararas de una vez por todas.
Bufó disimuladamente, lo último que le faltaba. Estiró las piernas ignorandole. Si lo pensaba bien, eso era solo una carga más para su condena. Bailar en el prestigioso teatro dónde debutó aquel hombre, el solo pensarlo le removía el estómago, y no precisamente de nervios, sino de enojo, molestia. El tener que superarle sin las ganas necesarias de bailar, ese era su pesar de toda la vida, porque él, odiaba la danza clásica.
. . .
Desconocía totalmente como era firmar con algún teatro, su vida hasta ese punto siempre había sido dentro de su hogar, basada siempre en la misma rutina, aprender idiomas, practicar ballet y buscar maneras de recuperar fuerzas para seguir. Para su suerte, su madre le dijo que se encargaría de ello, solo debía dar una demostración, eso sería suficiente como para que se convencieran de que él era un gran bailarín. Se concentró en estirar detrás de escena, algunos miembros del elenco tomaron asiento para apreciarle. Él por supuesto, estaba nervioso, si hacía algo mal, estaba seguro, ella le mataría.
Ese día bailó torpemente debido a los nervios, en cada movimiento, podía apreciar el disgusto plasmado en el rostro de su madre, eso le hacía tambalear. Sin embargo, cuando aquellos profesionales "alabaron" su asquerosa rutina se sintió aliviado. Pero el ademán de su progenitora le hizo saber que iba a ser regañado cuando estuvieran solos.
Sin más, se retiró para poder librarse de esas cadenas, o por lo menos, aflojar un poco sus grilletes. Quería sentir que no era tan malo, hacerse la idea de que viviría bajo la sombra de alguien por culpa de su propia sangre, le hacía pensar que, morir sería su más grande anhelo.
Se quedó inmóvil al sentir una presencia detrás de él, esperaba un regaño, incluso un insulto, aunque realmente eso no era propio de su madre, pero en vez de eso, sintió como le tocaban el hombro con delicadeza. Extrañado, y más curioso que molesto, giró la cabeza solo para toparse con aquella figura alta —solo unos centímetros más que la suya—, quien le sonreía de una manera tan energética que le irritaba.
Parecía que apenas iba llegando a las practicas por las ropas que portaba, aún no se quitaba el abrigo, así que supuso que al menos, logró ver parte de su acto.
—Tienes una manera perfecta de bailar. Por lo visto eres el nuevo, soy-
—Lev Haiba, un ruso a medias debutado a los doce, en este mismo teatro. —Se levantó con una sonrisa amable, forzada pero, aparentaba ser algo natural.— Mi madre es una fanática tuya. Soy Tsukishima Kei —se apresuró a continuar cuando notó el entusiasmo del otro—, algunos me llaman Tsukki, pero no es de mi agrado, así que si lo pensaste, elimínalo por favor.
—Eres japonés ¿no? Hablas muy bien el ruso Kei. —Se reprendió internamente, igual odiaba que desconocidos le llamaran por su nombre como si realmente les tuviera confianza. Sin embargo agradeció el cumplido.— Parece ser que serás mi reemplazo.
Frunció el ceño confundido, no había escuchado nada acerca, su progenitora en ningún momento lo mencionó.— ¿A qué te refieres con eso?
—Me lastimé el pie hace unas semanas. —Se agachó para remangar un poco el pantalón y mostrarle la venda que yacía envolviendo su tobillo.— Di mal una vuelta. Supongo que no puedo hacer todo lo que dicen.
Una risa brotó de los labios ajenos, su pecho recibió una incómoda sensación cálida y su palpitar se aceleró. Con pereza, se quitó los lentes y pasó una mano por su rostro, respiró profundo e intentó hablar, pero su cabeza, extrañamente no podía procesar las oraciones. Carraspeó la garganta como última opción y sonrió sin decir nada. Ante eso, el "más alto" retomó su compostura parándose confiadamente ante él. Ambos se miraron, extrañamente, el ambiente se volvió más pesado y la rara tensión entre ellos, aumentó.
—Tengo que irme, tal vez hablemos otro día. —Hizo una reverencia como era costumbre, y salió apresuradamente. Si Tsukishima no hubiera estado demasiado nervioso, se habría dado cuenta de que, no llevaba los lentes puestos y que, había dejado al semi ruso anonadado con el corazón a mil.
Esnob: Un esnob posee la tendencia de querer pertenecer a la élite, los esnobs tienden a reproducir el comportamiento de una clase social o intelectual a la que consideran superior.
ESTÁS LEYENDO
El león que cazó a la luna.
FanfictionBailar era el oficio de Lev, a sus 19 años, su danza era apreciada por casi medio país, cautivaba los corazones de quienes le veían ejecutar su rutina a la perfección. Hasta que se topó con los pies izquierdos de alguien más. Inicio: 16 de agosto de...