MAYBE I'M STUPID | jinson

P A R T E U N O

M a y b e  I' m  s t u p i d
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cococaramel

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Era muy fácil para la gente asumir que Jackson era estúpido. Eso, Jackson lo sabía muy bien.

Sobresalía en todos los deportes que se le ocurrieran ¿Esgrima? Un campeón ¿Baloncesto? Jugador estrella ¿Running? El más rápido. Su cuerpo era una máquina de guerra, nunca le falló y el único combustible que necesitaba era la euforia que todas las pequeñas cosas de la vida provocaban en el corazón de Jackson.

La sonrisa que obtenía de la anciana que paseaba a su perro todas las mañanas cuando Jackson se iba a la escuela, el calor de la taza de café que le calentaba las manos cuando se iba a clase, la forma en que la campana se sincronizaba perfectamente con el último beat de la canción en sus auriculares, el zumbido de las luces del auditorio que suavemente lo llevaron a la plena conciencia cuando el profesor comenzó a filosofar sobre el minimalismo musical... Siempre había un sonido, una vista, un sentimiento, que Jackson buscaba en cualquier momento, como una brecha en la matriz, un ligero levantamiento del velo que ocultaba la verdadera e impenetrable belleza de la vida.

Bien, quizás Jackson también está siendo muy dramático. El más dramático, algunos dirían.

Pero eso no lo hacía menos cierto, Jackson amaba la vida. Amaba vivir. Había jurado disfrutar al máximo cada segundo que respiraba, tachaba cada elemento de su lista de cosas por hacer y nunca decía que no a la oportunidadde crear grandes recuerdos.

Y eso lo hizo estúpido.

Sí. Las únicas personas que son verdaderamente felices son o bien ignorantes o simplemente no les importa el mundo que les rodea. Estúpidos o egoístas. Y nadie podía llamar a Jackson egoísta, así que tuvieron que recurrir a la única otra opción.

(Jackson no era verdaderamente feliz, sin embargo, pero no podía decirle eso a la gente. Se reírían y lo catalogarían como desesperado por atención, ¿verdad? Como si gente se burlara de un estudiante de sobresaliente que se estresa por un examen que, de todas formas, probablemente sí aprobó).

Jackson había aprendido a reírse cuando la gente se burlaba de él. Era una bola de bromas y energía, pero se vio obligado a admitir que le estaba carcomiendo. Tan pronto como la puerta de su dormitorio se cerraba detrás de él al final del día, la sonrisa caía y una nube de dudas envolvía a Jackson como una manta ¿Estaban en lo cierto? ¿Era estúpido? ¿Estaba equivocado?

Jackson se lanzaba a los deberes, a la práctica, al café, para ahogar los pensamientos antes de que pudieran atravesar su última barrera, su amor por la vida.

Funcionaba bien la mayoría de los días. Sus amigos le veían correr, reírse a carcajadas, vociferar sobre los beneficios de los plátanos orgánicos... Un día normal para Jackson.

Y entonces, llegó la prueba que más temía: la cafetería.

Había algo en el hecho de caminar entre una multitud de ojos que no podía leer que hacía que el estómago de Jackson se revolviera. Sus amigos no siempre almorzaban a la misma hora que él, y buscarlos, él solo entre la multitud, le daba ganas de vomitar.

En los días de suerte, se sentaba con Bambam y YuGyeom. A los dos estudiantes más jóvenes no les importaba si Jackson era egoísta o estúpido, feliz o loco, correcto o incorrecto. Podrían ser incluso peores que él en ese frente. Así que Jackson nunca se sintió escudriñado e incluso podría olvidarse por una comida sobre el manto que nublaba, apretando un lazo alrededor de su cerebro.

En los días en que el universo no se sentía ni generoso ni cruel, se sentaba con JaeBeom y Mark. JaeBeom compartía muchas clases con Jackson, siempre lo dejaba quedarse sin mostrar signos de molestia. O tal vez era porque no mostraba signos de nada. También Mark. Dejaban a Jackson cotorrear sin dar ninguna reacción más que un “hum” ocasional; sus teléfonos a menudo eran el centro de su atención. Jackson se decía a sí mismo: son sólo introvertidos, pero la manta lo sujetaba más fuerte, susurrando: o tal vez sólo es un ruido de ambiente para ayudarlos a dormirse. Y Jackson reuniría todas sus fuerzas para asegurarse de que nadie aquí lo creyera.