El lugar era bastante soleado y no existía oscuridad alguna, excepto por el aire que se transpiraba y el olor que mortificaba; el silencio no era una opción o un placer, las almas soltaban alaridos impresionantes que retumbaban cada esquina y cada rincón y a pesar de la luz que se asomaba por todo el lugar, existía un frío helado que abrazaba los huesos y hacía crujir los dientes, el suelo estaba bastante grietado y la amabilidad no existía, "sálvese quien pueda, si es que pueden" reían algunos, otros lloraban desconsoladamente y otros eran tan apáticos que hacían sufrir a los demás, yo solo observaba a través de un pequeño orificio mientras esperaba que alguien pudiese venir y sacarme de este encierro, ¿Que era este lugar y como llegué aquí? Me preguntaba una y mil veces mientras aguardaba la quejumbrosa espera, ¿Y espera de qué? En mis pies brotaban las venas tan abruptamente que pareciera fueran a estallar, no podía tomar asiento, ¿Había alguna razón? Existía una fuerza mayor que no me lo permitía, era como si tuviera cadenas atadas y no podía moverme del sitio dónde me encontraba, mis brazos se amorataban y mi estómago sentía una presión como si tuviera una faja tan ajustada que no me permitía respirar, entonces fue cuando entró un hombre, era robusto, alto y piel morena, sus ojos tenían un color azul tan claro que daban miedo y de sus pies salían escamas como de serpiente, su voz era bastante gruesa y dolía sólo escucharla, las palabras que pronunciaba no las entendía, pero podía responder a lo que me hablaba, era como si estuviese en un transe y a medida que respondía mi estómago más se hundía, luego simplemente salió y por mis ojos empezaron a brotar lágrimas de sangre que no paraban hasta que llegó una mujer, esta tenía un aspecto bastante llamativo, su piel parecía oro y sus ojos eran tan rojos escarlata que era imposible sostener la mirada, ella sólo se burlaba y su risa parecía estruendosas aguas, me rodeó mirándome de pies a cabeza y dejó caer una moneda de plata en mis pies, al caer mis pies sentían desgarrarse y las venas por fin estallaron, pero no salía nada, como si estuvieran vacías, simplemente sentía la agonía y el dolor; por último llegó un hombre bastante bajo, de piel bastante blanca como la nieve o incluso más, sus ojos no resaltaban por ser tan pequeños, parecía que no tuviera si quiera ojos, sin embargo, tenía una sonrisa bastante aterradora que iba de oreja a oreja y llegaba tan arriba que no tenía nariz y llegaba tan abajo que no tenía mentón, con sólo observarlo quería salir corriendo, pero no podía, algo lo impedía, luego este se acercó tanto que de un momento a otro creció y llegó a ser más alto y robusto que el primer hombre, fijó su mirada en mí y sentía que mis pupilas se derretían, mis labios se quemaban con tanta intensidad que quería gritar, pero igual no podía, sin embargo de un momento a otro desapareció, luego desperté y me encontraba en una sala de hospital, mi madre lloraba desconsolada hasta que me vió abrir mis ojos, luego se acerca y me dice "el infierno no se acaba, así fue como llegaste".