Había sucedido. Finalmente sucedió lo que más temí hace lunas atrás. Bajé la cabeza, apretando los dientes, suprimiendo la rabia contenida en mi interior producida por su más repugnante presencia.
Los soles y lunas que mi hermana y yo hemos esperando por que todo el caos entre nuestros queridos hermanos tuviera fin no tienen cuenta. Y si hubiera recibido alguna señal de que toda esa espera dolorosa no tendría su recompensa hubiera intentado hacer algo, hubiera sido capaz de dar hasta mi vida a los dioses a cambio de todo aquello terminara.
Con Polineces y Eteocles muertos, el reino ya no tenía escapatoria de la tiranía de Creonte.
El maldito se veía muy feliz con su sonrisa retorcida en el rostro, sentado en el trono decretando su voluntad y todos los presentes que estábamos aquí, en la sala del trono no teníamos más opción que asentir a lo que dijera, guardándonos nuestro repudio.
Pedí que se me dejara sola para ir a mi habitación. Ahí estuve lo que restó del día, negándome en todo momento a salir y que me dejaran derramar mi pena en paz. Después de todo ya no me quedaba nada más que hacer, solo podría llorar y gritar del dolor por la pérdida de mis hermanos caídos y mucho más la de Polineces.
Oh, mi amado Polineces... ¿Por qué?... ¿Por qué nos has hecho esto? ¿Por qué atacaste a tu propio reino sabiendo que eso era lo que quería el muy desdichado de nuestro padre? ¿Por qué recurrir a eso poniéndote a ti y a todos en peligro? ¿¡En que estabas pensando!? ¡Por los dioses! ¿¡Por qué lo has hecho!?
Mientras ocultaba mi rostro sonrojado y empapado por el llanto esas y más preguntas no dejaban mi mente, de ésta manera el sueño jamás vendría a mí.
Escuché unos ligeros golpes en mi puerta pero los ignoré.
-No sé qué es lo que no habéis entendido sobre que no quiero ver a nadie- Hablé entre dientes hacia la puerta lo suficientemente alto para que quien sea que esté al otro lado me oyera.
La puerta es abierta por mi hermana, quien no ocupó mucho tiempo en venir a reconfortarme en mi lecho, limpiado mi rostro afligido y apretando mis hombros, como si de esa forma pudiera transmitirme algo de esa fuerza tan suya.
Me indicó que no hiciera ningún ruido y así me llevó a la entrada del palacio. No sabía por qué.
-¿Qué sucede, mi hermana?
No recibí respuesta inmediata, solo esperé un momento mientras me daba la espalda, hasta que se volteó hablándome con una clara angustia en su voz.
-¡Mi querida hermana de mi sangre! ¡No lo soporto más! ¿¡Es que Zeus planea cumplir cada una de las desgracias que nos ha destinado Edipo!? ¿¡Cuánto más vamos a tener que soportar eso mientras estemos vivas!?
Puede que sea muy temprano pero algo me decía que me iba a decir algo que no era conveniente que alguien más a parte de mí lo escuchara. Estaba estremecida de los nervios por que se apareciera algún guardia.
-¿Sabes de este decreto que le han impuesto a todos los ciudadanos? ¿Te has enterado ya o no? ¿Sabes lo que enemigos tramaron contra nuestros seres queridos?
Por los dioses...ya se había enterado ¿Pero cómo fue que lo hizo? Ella no tenía manera de enterarse, estaba muy segura que solo yo junto a Irene, mi esclava, habíamos estado escuchando tras la puerta de la sala del trono.
-¿¡Quién te lo dijo!?- La pregunta salió disparada de mi boca de tal forma que no pude ni vacilar en contenerla.
-¿Qué?- Por un momento me miró confundida, hasta que pareció entender a lo que me refería- ¿Acaso tú ya lo sabías?
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Maldito tirano
Short StoryEsto es un cuento basado en la obra de teatro de Sófocles, "Antigona". Para los que no la conocen, la obra tiene lugar en la ciudad de Tebas, en la antigua Grecia. Trata de una mujer de nombre Antigona que tras enterarse de decreto de su tío, el rey...